Opinión | ENTRE VISILLOS

Plato único para el fin de fiesta

Las crisis y la inflación están cambiando los hábitos en la cocina y en la mesa

A tiempos nuevos, nuevos hábitos. Un reciente informe oficial apunta que el ritmo de vida frenético que llevamos y las sucesivas crisis con sus vueltas de tuerca están cambiando las costumbres en la cocina y la mesa. Se guisa menos y en la medida de lo posible empleando productos baratos --si es que existen--. Además, eso del primer y segundo plato se está reservando para los domingos y fiestas de guardar. Suena a charla de marujas en la cola de la pescadería, pero lo afirma el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en un documentado estudio sobre Consumo Alimentario en España referido al pasado año, pero extrapolable al presente. Basándose en un montón de estadísticas, el trabajo viene a decir que ante la incontenible escalada de precios de los alimentos y los salarios menguantes --ser mileurista es hoy el sueño de cualquier joven--, el presupuesto doméstico se ha hecho tan ajustado que no hay más remedio que limar gastos. Así que, después de tantos derroches, ahora las familias se olvidan en el supermercado de las marcas conocidas para refugiarse en las blancas; aparcan las frutas, carnes y pescados caros (bananas, pollo y sardinas a tutiplén) y usan el aceite virgen de oliva con cuentagotas, preferentemente en ensaladas. Porque ésa es otra, puestos a optar por el plato único, se acude a las ensaladas, o a la plancha o a la cocción al vapor, que aparte de ser muy sanas gastan menos energía que el horno. Pero eso sí, se come más en casa; especialmente productos de proximidad, por los que no hay que pagar un encarecido transporte, y legumbres. Y si sobra cocido, al día siguiente cae ropavieja, que no es cuestión de tirar nada. Total, que ha vuelto la sensatez a nuestras vidas por el simple procedimiento de hacer lo que de niños, allá por los años sesenta, veíamos que hacían nuestras madres. No hay mal que por bien no venga.

Y si estas estrecheces se han instalado en los hogares corrientes, de clase media, qué no ocurrirá en los marginales, o qué cuentas podrán echarse las personas que ni siquiera tienen un techo bajo el que comerse una lechuga triste. La Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza acaba de presentar una radiografía demoledora sobre el aumento en la provincia de la exclusión social. El elevado coste de la vivienda, la brecha de género y el insuficiente apoyo a familias vulnerables con menores, explican estos colectivos, están cronificando la pobreza en Córdoba, en cuya capital, no se olvide, se encuentra n tres de los barrios más pobres del país. Tampoco es que en el resto de Andalucía aten los perros con longaniza. Ha crecido en ella la tasa de pobreza severa, o sea, el porcentaje de quienes tienen que apañárselas con un ingreso máximo de 530 euros mensuales; y más de la mitad de los andaluces, el 54,6%, se las ven y se las desean para llegar a fin de mes.

Ante este panorama, se comprenderá que las entidades sociales tengan puestas grandes esperanzas en el evento que se celebrará en Córdoba desde mañana al día 30, la Gran Recogida del Banco de Alimentos, todo un clásico en fechas prenavideñas, que ablandan el corazón. Un total de 170 establecimientos se sumarán a la iniciativa, una llamada a la solidaridad ciudadana que puede realizarse por dos vías: la de siempre, comprando artículos de alimentación e higiene que serán retirados de las tiendas por el voluntariado; o bien dejando al pasar por caja un donativo, que es la modalidad preferida por los organizadores porque así se harán con los artículos que vayan necesitando. Más de 18.000 personas se han beneficiado en lo que va de año de tan generoso banco. Y llegarán muchas más que precisan la colaboración de todos, aunque sea para aspirar a un solo plato de lentejas.

Suscríbete para seguir leyendo