Opinión | EL ALEGATO

Normalizando la vulgaridad

Una de las instantáneas «políticas» que me está resultando bastante difícil de olvidar es esa imagen de la diputada de ERC Teresa Jordà, el pasado 26 de septiembre, en la primera jornada de la sesión de investidura, tras la intervención del señor Rufián, hurgándose la nariz.

«El posado robado» se ha viralizado en redes sociales y ha sido motivo de infinidad de memes. Ni una mísera excusa de «estar sacado de contexto» o «de habérsele metido un pizco en el ojo» por la autora. ¿Para qué? Si según los de su estilismo, sacarse un moco, expulsar los gases en público o exhibir los pechos desnudos son algo natural que hay que normalizar.

Otra de esas tomas, que parece falsa, pero que compruebas con estupor que era real, es la del diputado socialista Óscar Puente, (alias «el quitavergüenzas»), reconociendo en declaraciones que en el PSOE «se está valorando la amnistía», pero afirmando que «el referéndum es inviable por inconstitucional». Hasta aquí nada que destacar por predecible. Lo mejor ha venido después, cuando ha dicho que tal vez lo oportuno sería realizar «una consulta para valorar un marco de consulta», puesto que esa opción sí tiene cabida Constitucional.

No he podido evitar acordarme del famoso contrato de Groucho Marx y de la parte contratante de la primera parte.

He empezado a tararear mentalmente la canción de Serrat Algo Personal:

«...Pero eso sí, los sicarios no pierden ocasión en declarar públicamente su empeño, en propiciar un diálogo de franca distensión que les permita hallar un marco previo».

En cuanto a cómo nos estamos acostumbrando a aceptar la ambigüedad dialéctica del discurso político para que donde nos dijeron blanco ahora nos digan negro y que nieguen habernos mentido, creo que no es necesario comentar nada. Los hechos hablan por sí mismos y los independentistas están como mandan los versos de los Tesalonicenses 5: 16: «Siempre gozosos»·.

Ahora bien, normalizar el conflicto nasal de la diputada de ERC, por ahí no paso. Reivindicativa de verdad con los derechos de la mujer, mi admirada Coco Chanel, que en los años 20 se atrevió a ir al teatro con su LBD (little black dress), con el color reservado a la servidumbre, para enfurecer a las damas de tonos pastel de clase alta. Tan afortunada fue su protesta que su modelo pasó a ser signo de elegancia hasta nuestros días.

* Abogada especialista en Derecho del Trabajo y Seguridad Social

Suscríbete para seguir leyendo