Opinión | entre visillos

Malditos roedores

La casa de los Guzmanes, de glamuroso palacete dieciochesco a nido de ratas

Ha saltado a la prensa local una noticia bastante desagradable, sobre todos para quienes padecen las consecuencias de un hecho que por lo demás no es nuevo, pues trae cola desde hace un par de años, aunque sea ahora cuanto ha llegado a niveles intolerables. Se trata --lo habrán adivinado por el titular-- de la plaga de ratas que tiene en estado de alarma y asco a los vecinos del Realejo y alrededores, porque el problema se extiende desde San Lorenzo vía calle Santa María de Gracia hasta ya avanzada San Pablo, a las puertas del Ayuntamiento. Se ve que son ratas inquietas las que se mueven a sus anchas por esta popular y transitada zona del casco antiguo, cada vez más paseada por los turistas que hacen la ruta de las iglesias fernandinas, aparte de las multitudes que en mayo visitan los patios. Bonita foto para llevarse en el móvil de vuelta a casa.

He hecho mis indagaciones y no sólo por curiosidad periodística; es que vivo en el meollo del embrollo y hasta me topé una noche con una de estas okupas del barrio junto a los contenedores de basura, sin sospechar que era una entre cientos, uf. Fruto de las pesquisas he averiguado que está en vías de solución el problema, esperemos que de forma más rápida que todo lo que está en vías de solución en la Córdoba de lentitudes exasperantes. Sadeco, la empresa municipal de limpieza, ya había desratizado las alcantarillas desde enero hasta 26 veces --lo normal suelen ser cinco actuaciones al año--, dentro del denominado con gracia proyecto Hamelín, como aquél encantador del cuento que se llevaba tras de sí a los roedores atraídos por el sonido de su flauta. Pero se ve que a los del Realejo no les gusta la música. Frente a los buenos resultados en otros lugares de la ciudad, la novedosa técnica de devolución de estos animales a su hábitat natural, las alcantarillas, con ayuda de perros adiestrados no dio el menor resultado aquí. O mejor dicho, sí que volvían al espacio que les es afín, pero no al submundo urbano, sino a la casa palacio de los Guzmanes, por cuyas deshabitadas estancias y patios los invitados ratoniles se mueven con la aristocrática soltura de sus anteriores ocupantes. A ellos, a los dueños del inmueble, que son los que pueden intervenir en él, se había dirigido Sadeco en varias ocasiones bajo amenaza de sanción. «Pero nosotros no buscamos que se les multe sino que actúen y lo hagan sistemáticamente, porque el tratamiento puntual que encargaron en primavera no fue suficiente», afirma Juan José Giner, presidente de la asociación vecinal La Fuenseca, Santa Marina y Orive, que no ha cesado de alertar con escritos de lo que es un preocupante asunto de salud pública. Tras contactar la asociación con el representante de la familia, Fernando Sepúlveda --la propietaria, una dama de 105 años, no está para esos trotes--, éste ha encargado a la empresa Cordoplagas que se ponga a la labor. Lo ha hecho el pasado día 5 y repetirá a los quince días, y luego cada tres meses, mientras la entidad sigue su lucha contra la ubicación de los contenedores que alimentan el festín de palacio. Ah, y contra una plaga de gatos en Santa Marina, con la falta que harían en el Realejo.

Bromas aparte, cabe recordar que esta pesadilla no hubiera sucedido, ni este palacete del siglo XVIII con vestigios del XV sería el foco de ruina y suciedad que es hoy, de haber prosperado el proyecto de la empresa catalana Alma Gestión de Hoteles para, previa inversión de 13 millones, convertirlo en alojamiento de cinco estrellas. La Gerencia de Urbanismo estaba dispuesta a reformar el Plan del Casco para que se hiciera realidad la idea. Pero corría el año 2007 y llegó la gran crisis que sustituyó a los huéspedes de lujo por los malditos roedores. ‘Sictrasit gloria mundi’.

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