Opinión | TRIBUNA ABIERTA

El bombardeo de Cabra o la historia total

Uno de los periodos históricos que más se ha estudiado en España es, sin duda, la Guerra Civil

La Historia es una ciencia social multicausal y poliédrica, con muchas caras que han de conocerse en su mayoría (en defecto de su totalidad) para comprender mejor y a fondo los fenómenos del pasado, sea éste cercano o lejano; hechos históricos que influyen en el presente y que, en efecto, configuran el futuro.

Una de esas caras son los restos materiales, estudiados por la Arqueología, ciencia auxiliar de la Historia que lo mismo estudia a nuestros ancestros prehistóricos que a nuestros antepasados del siglo XX.

Uno de los periodos históricos que más se ha estudiado en España, porque más ha influido en nuestra Historia Contemporánea, es sin duda la Guerra Civil de 1936-39, el más reciente de los varios conflictos civiles o internos que, al igual que casi todas las naciones occidentales, hemos tenido los españoles en nuestra larga Historia. La memoria --y sobre todo los odios-- de aquella desgraciada guerra, que se venía fraguando desde tiempo atrás y que parecía ya irremediable desde el golpe de Estado fallido o revolución de octubre de 1934, empezó a quedar diluida a finales del siglo XX o principios del XXI, en que los muchachos de la generación que nacimos en los 70 lo veíamos como algo lejano y que poco o nada tenía que ver ya con nosotros. No en vano, las familias de entonces, dos generaciones después, estábamos ya, por así decirlo, muy mezcladas. Y, de alguna forma, los muertos de entonces eran de todos. Porque como españoles, esto es así, ya que todos eran españoles. Los antiguos bandos se diluían de forma natural.

Todo parecía, pues, tras 70 años, que los antiguos odios larvados se enfriaban y que la Historia iba a poder ser estudiaba con objetiva frialdad por las generaciones de españoles del recién estrenado siglo. Pero las cosas cambiaron totalmente a raíz de la Ley 52/2007 de 26 de Diciembre, conocida como «Ley de Memoria Histórica», en uno de los mayores ejemplos de intromisión de la política en la Historia que se ha conocido (obsérvese que no se hablaba de Historia, ciencia que tiende a la objetividad, sino de «Memoria», que siempre es subjetiva y por tanto parcial).

Una ley, continuada y ampliada por la reciente Ley 20/2022 de 19 de octubre «de Memoria Democrática», que resucita los antiguos bandos, ya que hacen énfasis en las víctimas de un bando y los victimarios del otro. Cuando históricamente está más que demostrado que hubo víctimas y verdugos en ambos bandos. Cuando, cívicamente, como sociedad madura (¿lo somos?), lo deseable sería resarcir a la vez a las víctimas inocentes de ambos bandos y señalar, a la vez, a los verdugos de ambos bandos. Y estudiar la Historia para sacar conclusiones críticas y de reconciliación, no instrumentalizarla políticamente (ni a un lado ni al otro del espectro partitocrático).

Y he aquí que este pasado viernes, en el transcurso de unas obras de remodelación urbanística, apareció en la plaza de España de Cabra un resto material de importancia no menor, a saber: una bomba de la Guerra Civil. Artefacto explosivo que nos recuerda a los egabrenses en particular y a los cordobeses o españoles en general, que nuestra Historia está ahí, junto a nosotros, esperando a que la conozcamos, aunque le demos la espalda o suframos su manipulación por espurios intereses de todo tipo. Y que, a veces, se empeña en darnos en la cara cuando menos lo esperamos.

El artefacto explosivo, de menor tamaño que la aparecida en 2006 durante otras obras (aquella vez en el barrio de la Villa), ha sido hallado no en vano en donde se encontraba la Plaza de Abastos egabrense, que fue bombardeada (paradojas de la Historia) hace casi justo 85 años. Con toda probabilidad, una de las múltiples bombas de fabricación soviética que arrojó allí y en otros lugares de Cabra la aviación republicana del presidente socialista Juan Negrín, en total 2.000 kg de explosivos, que provocaron más de 300 víctimas, de éstas 109 muertos y más de 200 heridos, uno de ellos mi abuelo, que era tendero y salvó la vida milagrosamente, pues sólo en esta plaza perdieron la vida medio centenar de personas.

Aquella masacre fue un bombardeo estratégico (es decir, de retaguardia sobre infraestructuras y población civil de retaguardia para minar la moral del enemigo), tal como demostró el profesor Antonio Arrabal Maíz en su obra ‘El bombardeo de Cabra. El Guernica de la Subbética’, publicado en 2012. Uno de los muchos practicados durante toda la guerra por ambos bandos, pero sin duda, en cuanto a su «calidad mortífera», uno de los más significativos y, sin embargo, ocultos.

¿No es esto también Memoria Histórica? Sin duda, se trata de Historia pura, de Historia total: una pieza más del gran puzzle para general reflexión... nunca para revanchas ni venganzas, nunca para su instrumentalización política, personal o del cualquier tipo.

Que en estos días que, casualmente, recordamos los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, conmemorados en Córdoba por la glorieta que lleva su nombre, mientras la guerra terrible que azota el este de Europa amenaza con extenderse y la resaca electoral divide una vez más a los españoles, busquemos por lo que más queramos la reconciliación definitiva, tres o cuatro generaciones después, y miremos hacia el futuro por el bien de España y de todos nosotros. Nos va mucho en ello.

*Historiador y profesor

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