Opinión | FIRMA INVITADA

Ha perdido, señor Trump

El señor Trump, al deslizar la idea de que su víctima es una enferma mental, actúa de forma oportunista

Hay algo raro en esta mujer. Creo que esta mentalmente enferma», le dijo el señor Trump al juez que le tomaba declaración cuando fue acusado de haberla violado en los vestuarios de unos grandes almacenes. Este comentario, menos llamativo que otros que también ha esgrimido contra ella --buscar la fama, querer obtener dinero, ser el instrumento político de opositores-- es, en mi opinión, mucho más grave. Si fuera una enferma mental, para el señor Trump, cualquier cosa que dijera no sería digna de crédito. Y considera que la existencia de algo raro en ella --aunque no sepamos qué-- es una señal relevante de padecer una enfermedad mental.

Es conocido que la opinión, y más aún la creencia, sobre algo puede ser valorada de forma diferente según quien la esgrima. Durante la pandemia del covid fueron muy significativas las declaraciones de personajes conocidos como Miguel Bosé o el presidente de la Universidad Católica de Murcia, que consideraban que la vacuna frente a ese virus portaba un chip (un chis para el señor de Murcia) que una vez inoculada en nuestro cuerpo sería utilizado para controlarnos. Aparte de los comentarios jocosos que desencadenaron, nadie cuestionó su estado mental, ni siquiera la Universidad Católica emitió ningún desmentido. Pues bien, hace años traté a un paciente que sostenía, con la misma contundencia, que tras haber ingresado en una sala del Hospital Provincial de Córdoba (que en contra de lo que esperaba no era la de Psiquiatría) él y el resto de los paciente que por allí habían pasado portaban un chip (mi paciente lo pronunciaba bien) a través del que eran controlados. A mi paciente se le diagnosticó como enfermo mental y a partir de entonces pasó a recibir tratamiento neuroléptico para controlar (ahora sí) los síntomas. Era el mismo discurso en los tres casos, pero solo uno de ellos fue diagnosticado y tratado.

La mujer que ha acusado al señor Trump, E. Jean Carroll, es una periodista que en 1996 fue acorralada por él y, según explica, violada en los probadores de unos grandes almacenes. Cuando, años más tarde, escribió un libro donde relataba los hechos, Trump la ridiculizó negando lo sucedido. El veredicto del juicio considera que, aunque la violación no se puede probar, existió abuso sexual y difamación, por lo que tiene que pagar cinco millones de dólares. En el juicio se han desvelado las secuelas psicopatológicas que la periodista padece desde lo sucedido y eso no ha sido óbice para que su opinión haya sido tenida en cuenta en contra del criterio del señor Trump.

Sin embargo, si ella hubiera tenido un diagnóstico psiquiátrico previo, ¿invalidaría su testimonio? Y si el diagnóstico hablara de síntomas psicóticos ¿impediría que sus palabras fueran tomadas en consideración? Aunque este no es el caso de E. Jean Carroll, creo que debemos detenernos en este tema.

¿Acaso la limitación de la capacidad para juzgar la realidad en unos temas tiene que ser óbice para juzgar otros? Miguel Bosé, el presidente de la Universidad Católica y mi paciente pueden valorar la realidad de forma adecuada en temas ajenos a los chips implantados como forma de control social. Si son agredidos o alguien les roba ¿su denuncia no deberá ser tenida en cuenta?

El señor Trump, al deslizar la idea de que su víctima es una enferma mental, actúa de forma oportunista. Lo que la desautorizaría no es lo que dice, sino el diagnóstico que él le atribuye. Según su criterio, considerarla una enferma mental es una descalificación global: nada de lo que diga podrá ser tenido en consideración.

La importancia del veredicto, radica en que, a pesar de que la periodista ha dejado que sus síntomas clínicos salgan a la luz y que las secuelas y las limitaciones sean públicas, no ha sido descalificada por el jurado. Sus palabras se han tenido en cuenta.

Usted ha perdido, señor Trump. Y no, no es usted un enfermo mental, a pesar de ese pelo tan raro que tiene.

*Psiquiatra

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