Opinión | FORO ROMANO

Nombres propios

«'Deneuve' suponía para mí el misterio de la juventud creativa, un grupo de música que se diferenciaba de lo vivido hasta ese momento»

Público en el Gran Teatro de Córdoba.

Público en el Gran Teatro de Córdoba. / A.J. González

Me metí en el escenario de ensayos del Gran Teatro, cuando allí había actuaciones, a dejarme llevar por la música de Deneuve, atraído por la personalidad de Antonio Manuel, su fundador y compositor, al que le ofrecí que escribiera en el diario CÒRDOBA aunque lo hacía, creo, en El Día. Deneuve suponía para mí el misterio de la juventud creativa, un grupo de músicos de Córdoba que se diferenciaban bastante de lo vivido hasta ese momento por lo creativo e innovador de su estilo. Y más si nos fijamos en la biografía de uno de sus creadores, Antonio Manuel, ganador hace unos días del premio Carmen del cine andaluz por Nana a medias, como la Mejor Canción Original, músico, escritor, poeta, jurista y profesor universitario. Y es que en aquel grupo que sonaba en una Córdoba que era el feliz resultado de un cúmulo de civilizaciones había poetas y escritores que componían sus letras cuando comenzaban a fabricarse una historia que todavía continúa.

Llueve revolución fue un álbum en el que Deneuve puso música a nueve poemas de otros tantos jóvenes vinculados a Córdoba, como Pablo García Casado --hijo del historiador Manuel Ángel García Parody, que nos cuenta las calles de Córdoba cada martes en la Ser--, Raúl Alonso, Elena Medel –que empezó a escribir en el diario CÓRDOBA--, Ignacio Elguero, Javier Fernández, Carlos Pardo, Vicente Luis Mora –que llegó una tarde al periódico Córdoba y me dijo que quería escribir--, Antonio Luis Giménez y Joaquín Pérez Azaústre –que empezó a escribir en el periódico Córdoba cuando yo era redactor jefe de Opinión y dejó claro desde el primer día que quería ser escritor--. Antonio Manuel, que tiene personalidad de bicho raro y siempre a punto, es quizá ese eslabón perpetuo de la historia y el pensamiento de Córdoba que conecta la Judería con Averroes, que sentado delante de la muralla en forma de estatua sigue pensando que “la ignorancia lleva al miedo, el miedo al odio, y el odio a la violencia. Conoce, no temas, no odies. Y ama”.  

Por esos espacios de creatividad sin cadenas caminan también Fernando Vacas y Antonio Agredano, en esta Córdoba en la que la imaginación no se olvida de sus ancestros. Quizá por eso el cineasta Miguel Ángel Entrenas y su hija Fátima andan terminando su película Séneca y Lucano, el imperio de la verdad, que tiene guión de Alberto Monterroso y Carlos Clementson. Una conexión de filósofos y poetas cordobeses con Roma, aquella ciudad eterna, que hizo crecer el Monte Testaccio con las vasijas de aceite de la Subbética. Lo mismo que llegó un momento en que la miseria cambió de fisonomía y al hambre la tapiaron con ladrillos. Cuando se llevaron el hospicio, con sus niños con estómagos llenos de telarañas, del Palacio de la Merced y lo convirtieron en la sede de la Diputación. Donde el jueves este periódico recibió la insignia como cofrade de honor del Rabo de Toro de Córdoba cuyo presidente, Ricardo Rojas, no deja de reivindicarse como decano de los políticos de Córdoba. Puede que sea un título que la ciudad le debe. Fue otro político, Antonio Ruiz, presidente de la Diputación, quien actuó como testigo de una ceremonia en la que algo se intuyó que la campaña electoral está tomando forma. Por cierto que antes de que el actual alcalde de Rute y presidente de la Diputación se metiera de lleno en la política, como periodista que es después de estudiar en la Complutense Ciencias de la Información, una empresa cinematográfica lo empleó en su cometido. Mucho antes de que a su llegada a Córdoba participara en la sección de Opinión de este periódico y escribiera una columna, creo que los sábados, donde firmaba como Antonio Rus. Quizá por aquellos tiempos en que una relativa juventud me llevó un atardecer al escenario de los ensayos del Gran Teatro. Donde vi actuar a Antonio Manuel, de pensamiento siempre a punto.

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