Opinión | TORMENTA DE VERANO

Solucionando conflictos

Hemos evolucionado mucho como especie humana en la forma de resolver nuestras diferencias

Una cosa es el conflicto, que es parte de la vida y la sociedad, de los diferentes puntos de vista e intereses legítimos que todos tenemos sobre algo en lo que no coincidimos, y otra distinta es cómo solucionarlo. Conflictos surgen en cualquier esfera del ámbito relacional de las personas, ya sea en la familia, el trabajo, la vecindad, las relaciones mercantiles y también en el espacio público de nuestras relaciones con las diversas Administraciones: una necesidad sin cubrir, una petición sin atender, un compromiso que se demora, una sanción injusta...

Afortunadamente hemos evolucionado mucho como especie humana en la forma de resolver nuestros conflictos. Hemos pasado de la imposición del más fuerte, de la razón de la fuerza durante siglos, a la fuerza de la razón en los regímenes modernos sustentados en la base del Estado de Derecho y el peso de la ley. Aplicada a través de jueces y tribunales objetivos, independientes, inamovibles e imparciales, sujetos al principio de legalidad y cuyas decisiones están sometidas a un sistema de garantías y contradicción y a su revisión mediante los recursos establecidos. Pero esta es una solución parcial, porque unos ganan frente a otros, o porque el sistema judicial es lento en sus procedimientos, o más costoso. Y sobre todo, porque deja cicatrices y heridas en las personas que han externalizado a un tercero la solución de su problema y han hecho del otro, su adversario. Así la Administración de Justicia, pese a todos los medios de que dispone, se encuentra colapsada. Tenemos casi la mitad de jueces proporcionalmente conforme a nuestra población que los países de nuestro entorno y los juzgados duplican los módulos de asuntos que tienen asignados.

En una sociedad crispada como la nuestra, donde todo el mundo cree que le asiste la razón, donde muchas cosas se disfrazan como blancas o negras, y hemos judicializado la resolución de nuestros problemas, existen otro tipo de soluciones que tienen también validez legal, que son más rápidas y salen de la dinámica de confrontación del yo gano-tú pierdes, por la de todos ganamos. Me refiero a la mediación profesionalizada, ahora que celebramos la semana de la mediación con motivo de su día internacional. Donde las partes, bajo unas reglas y garantías de igualdad y equilibrio se someten a un procedimiento contradictorio y con menos formalismos, en el que exponen sus posiciones e intereses y desde una escucha mutua y activa, poniéndose en los «zapatos del otro», tratan de encontrar soluciones satisfactorias personalizadas a la medida de las propias partes implicadas.

La mediación es una herramienta muy útil en construir una cultura de escucha, de empatía, de resolución de los conflictos en todos los ámbitos, que debe de ponerse mucho más en valor porque facilita la convivencia. Hay muchas materias de las relaciones paterno-filiales, de familias y herencias, pequeñas reclamaciones económicas, cuestiones de comunidades de propietarios, de vecinos y linderos, de conflictos escolares o laborales, cuyos problemas podrían ser solucionados a través de una mediación profesionalizada, que se abre paso en muchos sistemas legales de nuestro entorno. En España ya hace años tenemos titulaciones académicas para especialistas universitarios en mediación y cursos de reciclaje, registros oficiales de mediadores, y numerosas entidades y profesionales que se dedican a esta actividad. Falta el empujón normativo y la dotación de medios que materialice la convicción de los responsables públicos por esta alternativa que es la máxima expresión de una justicia restaurativa. De ti depende. Si tienes un conflicto, acudamos a un profesional de la mediación, ganaremos todos.

** Abogado y mediador

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