Diario Córdoba

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Diego Martínez Torrón

COLABORACIÓN

Diego Martínez Torrón

El cambio

Es necesario una autonomía nacional: en energía, en recursos hídricos, en alimentación, en ciencia y en tecnología

Llora en su discurso Emmanuel Macron sobre «el fin de la abundancia» en nuestra sociedad, creo que quizás como anticipo del fin del estado de bienestar que disfrutamos tras la Segunda Guerra Mundial hasta hace poco, en el mundo occidental.

Pero pienso que a lo mejor es que simplemente debemos cambiar el modelo, hacia otro más real y sostenible, lejos del espejismo de un consumo ilimitado y desaforado.

A lo mejor es que debemos controlar los bienes de producción, y no dejarlos en manos de China -con una dependencia peligrosa-, tan solo por un ahorro mezquino, con la consiguiente deslocalización de empresas nacionales. Porque indudablemente los chinos han leído con aprovechamiento lo que dice Carlos Marx en El Capital acerca de estos bienes de producción. Y yo no soy en absoluto marxista.

A lo mejor debemos dejar de comprar gas a Rusia.

A lo mejor es que hay que cambiar el modelo nefasto de la globalización que conduce al caos y la ruina -la Universidad de Cambridge ya ha elaborado hace unos días una teoría del caos, por las desigualdades sociales y el calentamiento global, con su ruina aneja.-

A lo mejor es que Occidente debe ser menos avaricioso y mezquino. Cada vez un número mayor de personas influyentes se han dado cuenta de la realidad, tras la guerra de Ucrania...

Rusia nos chantajea con el gas... pero, como quien posee la energía controla el mundo, nosotros tenemos la energía que nos aporta el sol, que puede producir electricidad. A lo mejor es que deberíamos acelerar la transición hacia la energía renovable. Pasar del gas. Y abaratar la electricidad como un bien básico y común, cuyos precios disparados los sostienen incomprensiblemente -¿por qué motivos?- tantos países europeos.

Diría más: en España podríamos crear una solidaridad entre regiones: ofrecer al norte electricidad por el sol, y recibir de ellos, y de las plantas desaladoras de la costa, el agua que tanto vamos a necesitar en Andalucía, donde además deberemos controlar el riego desaprensivo en algunas zonas agrícolas. Y ayudar así a los buenos agricultores y ganaderos, admirables, que los hay y muchos.

Igual este intercambio de luz por agua sirve para que se acabe ese regionalismo arcaico, rancio y paleto de otras épocas.

Nuestro siglo XXI -al que a pesar de todo adoro como una esperanza de ecología, civismo y cultura, la tríada que tanto repito- ha entrado con una velocidad de vértigo en la Historia. Y deberíamos aprender de lo que está sucediendo, tomar medidas antes de que la realidad nos supere y retrocedamos a tiempos oscuros.

Deberíamos cambiar. Porque vuelven los bloques políticos internacionales. Y, con ellos, se hace cada vez más patente la necesidad de una autonomía nacional: en energía, en recursos hídricos, en alimentación, en ciencia y en tecnología. Son bienes estratégicos.

Olvidarnos de la globalización, que solo beneficia a los especuladores.

El cambio.

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