Diario Córdoba

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Sebastián Muriel Gomar

TRIBUNA ABIERTA

Sebastián Muriel Gomar

El esfuerzo

La vida no es un valle de lágrimas ni un vergel de placeres, las sombras se alternan con la luz

No consigo entender cómo en ciertos ámbitos del espectro político no se considera el esfuerzo como palanca social y personal que te transforma. La vida no es un valle de lágrimas ni un vergel de placeres. Digamos que las sombras se alternan con la luz y tienes que aprender a navegar con el viento que venga, ya sea de popa o proa. En mi niñez aprendí que no existe lo gratis. Siempre alguien, a la vista u oculto, lo pagaba. Ni mi chicle Bazooka que compraba en domingo, ni la entrada a los bares para ver la TV. Más adelante alguien me explicó que el queso y aquella leche en polvo, que en los años cincuenta mandaban los americanos, era parte del pago por cederles terreno para uso militar. Antes o después, el pan de cada día, el teléfono móvil, el sueldo de un ministro o los medicamentos siempre los paga alguien. Las monedas de pago tienen la edad del hombre: trabajo, inteligencia, esfuerzo, monedas o productos. También llamaron mi atención redimir penas por trabajos forzados, trabajar a cambio del sustento diario o seguir una vida espartana para sacar unas oposiciones o tocar un instrumento bien al cabo de diez años.

No trato de resucitar aquí un escenario de «sangre, sudor y lágrimas» ni tampoco de intentar que «las letras con sangre entren», ni mucho menos aquello de «quién bien te quiere te hará sufrir». No, no estoy hablando de esto. Estoy hablando del esfuerzo de una familia para sacar sus hijos adelante, el de un empresario para cultivar en un invernadero unas tablas de fresas o el de un atleta, de cualquier tipo, que pretenda integrarse en las competiciones de su pueblo, provincia o país. El camino a recorrer para pilotar un avión de pasajeros, trasplantar un corazón o para cambiar un grifo sin que gotee se sabe. Para algunos todo esto parece transmitirse por ciencia infusa y forma parte de nuestro código genético. Cuando el personal comprueba que todo eso es pura falsedad empiezan las frustraciones, una desagradable, a veces degradante, dependencia del sistema y una terrible sensación de ruina personal. Está claro que el sistema tiene que proteger a los débiles y a los más desgraciados, pero eso es otra cosa. Sobreproteger o proteger indebidamente es dañino para las personas, lo hagan los padres, el Estado o la santa madre Iglesia. El primer objetivo de un Estado serio debería ser desarrollar personas y crear las condiciones para que cada uno dependa de sí mismo, aunque lógicamente existan unos servicios generales de apoyo para todos.

Siempre se ha dicho que «el árbol desde chiquitito». Al final de muchos temas, siempre terminamos hablando de educación. La educación entendida como levadura, como estimuladora, como transformadora de actitudes y hábitos, como llave que abre puertas, como herramienta que posibilita recorrer caminos, como potenciadora de capacidades, como marco de superación de dificultades y escenario de respeto, convivencia y libertad. La educación es un conjunto de situaciones y conocimientos que facilita y orienta tu proyecto de vida y te permite reinventarte y seguir. La educación como la poesía son armas cargadas de futuro.

Ahí radica la enorme responsabilidad de los políticos que legislan sobre educación, de los pedagogos que alumbran sobre el cómo aprenden los alumnos y de los docentes que día a día ponen en práctica situaciones de aprendizaje. Es evidente que el alumnado también aprende de sus propios compañeros, de sus padres, de los medios de comunicación, etc. pero sin el esfuerzo solidario de todos, incluido por supuesto el del propio alumno, la tarea de educar se complica en exceso. Mi experiencia me dice que la autonomía del alumno es algo progresivo, es decir el esfuerzo de las personas que lo rodean debe de ir disminuyendo a la vez que aumenta el suyo. Pero el esfuerzo, además de buenas técnicas de aprendizaje, siempre estará presente en la consecución de metas, por bajas que estas sean.

Considero que es sano desconfiar de quién ofrezca metas sin esfuerzo porque o no son metas o no llegaréis. Eso de aprenda inglés mientras duerme y fortalezca sus músculos mientras observa la tele y bebe cola loca son bulos, mentiras de predicadores baratos, palabreros que ocultan intereses. Luego si el esfuerzo es como el perejil de la vida, que está presente en casi todas las situaciones, tendremos que aprender a convivir con él. En caso de duda, pregúntenle a Nadal o a Liu Wei, pianista sin brazos que toca con los pies.

* Profesor jubilado

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