Diario Córdoba

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Santiago Navajas

TRIBUNA ABIERTA

Santiago Navajas

Andalucía, democracia plena

Moreno Bonilla y sus lugartenientes han llevado el aire del litoral de Málaga a una Sevilla enrarecida

El índice de Democracia es un ránking de calidad democrática que elabora la revista ‘The Economist’. Tiene en cuenta diversos parámetros, de la separación de poderes a la cultura política pasando por la corrupción institucional. España solía estar en el grupo de las democracias plenas hasta que llegaron los socialistas de Pedro Sánchez y perdimos dicha calificación debido a la captura del poder judicial por parte del Ejecutivo. Que los jueces han de ser un poder independiente no les ha cabido nunca en la cabeza a los socialistas, que creen que el Estado les pertenece.

Si España estaba entre los países con democracia plena no era gracias a Andalucía, donde se había instalado un régimen de partido único de facto, con el PSOE dominando desde el presupuesto de la comunidad a la sociedad civil, de mundo de la cultura a las organizaciones sindicales llegando a todo tipo de chiringuitos subvencionados a mayor gloria de la justicia y la paz social, esos eufemismos para designar el nepotismo y la corrupción.

En esto llegó una juez y mandó parar. En el año 2013 la juez Alaya pidió la imputación de Griñán, Chaves y cinco exconsejeros en el caso de los ERE. Empezó a resquebrajarse la «dictadura perfecta», como calificó Vargas Llosa al México aparentemente democrático de los 90, de los socialistas. No es de extrañar que el PSOE tema la independencia del poder judicial. Cientos de millones de euros en malversación y prevaricación para abonar las flores corruptas de la izquierda andaluza.

Durante la campaña electoral los socialistas han tenido la gentileza de recordarles a los andaluces de lo que nos habíamos librado gracias a una juez con coraje. Rodríguez Zapatero dejó por un momento de asesorar a dictadores como Maduro en Venezuela para sacar pecho en Málaga por los condenados Griñán y Chaves. Juan Espadas, por su parte, reconocía que cuando el PSOE estaba en el poder manipulaban Canal Sur para la propaganda y el adoctrinamiento, y le achacaba la misma conducta prevaricadora a Moreno Bonilla en una paradigmático ejemplo del dicho sobre el ladrón y la condición.

Explicaba el filósofo Karl Popper que las democracias liberales se diferencian de las dictaduras comunistas y fascistas en que los cambios de gobierno se producen sin derramamiento de sangre. Durante largas décadas en Andalucía no se había producido la necesaria alternancia en el gobierno debido a la captura de la sociedad civil que había desarrollado la izquierda, basándose en el resentimiento de clase, el adoctrinamiento escolar y el generoso riego de millones a asociaciones serviles. Ante la anunciada victoria de las derechas, los socialistas habían amenazado con volver a rodear el Parlamento (Adriana Lastra dixit), mostrando una vez más su déficit de tolerancia al adversario político y de respeto a los resultados en las urnas. No es de extrañar su rollingstoniana simpatía por el diablo de Bildu y el golpismo catalanista.

Los andaluces han demostrado estar hartos de histriones y bufones, de Rinconetes y Cortadillos que conviertan la comunidad en un solar y un patio de Monipodio. De debates absurdos sobre masturbaciones y de chascarrillos paletos sobre torrijas. Moreno Bonilla y sus lugartenientes Bendodo y Bravo han llevado a una Sevilla enrarecida por una casta política narcisista y solipsista el aire litoral de Málaga, abriendo las perspectivas del Palacio de San Telmo a una Andalucía rica y plural, de Huelva a Almería, de Córdoba a Cádiz, y en el que resuene también los acentos de Granada y Jaén. Con su victoria del domingo el PP ha dado un pequeño paso, pero sobre todo ha significado un gran salto, parafraseando a la NASA y el himno andaluz, para Andalucía (a por la democracia plena), España y la Humanidad.

* Profesor de Filosofía

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