A veces me cuesta seleccionar el tema semanal para esta columna. ¡Hay tantos! Pero hoy resulta especialmente difícil, porque no es que haya muchos, es que a cada paso que doy me salen como setas. Por ejemplo, la crisis interna del PP, que ha dejado la docuserie de Rociíto a la altura de una alpargata. ¿A quién le puede interesar el monótono relato -lo que te digo te lo vuelvo a decir, por lo que recibe un pastón- de malos tratos y traiciones de la ya madura Rociíto, la hija de la más grande y su heredera universal, cuando el auténtico culebrón está en Génova? No soy politóloga, ni analista, ni tertuliana siquiera; pero como ciudadana apasionada de la vida, me gustaría meterme en el barro y dar mi opinión por poco cualificada que sea. Lo mismo con la guerra en Ucrania, que las cosas se sabe cómo empiezan, pero el final es imprevisible.

Otro tema: ¿Han visto ustedes la película de Pedro Almodóvar Madres paralelas? Esa que llegó con ocho nominaciones a la trigésimo sexta edición de los Premios Goya y no obtuvo ninguno. Pues me gustaría comentarla, claro; cualquier asunto relacionado con la maternidad es interesante, pero ¿ustedes se han fijado en lo mal que Penélope Cruz pela las patatas? Porque no es la primera vez que la he visto pelar patatas; en dos o tres películas de Almodóvar, tanto ella como su director, que no la corrige, demuestran un desconocimiento absoluto de la técnica. En Volver, las pela con un machete de cocina, arrancándoles la vida, como diría mi abuela, y en Madres paralelas, con un cuchillo más pequeño, las pela a trocitos minúsculos. Mucho mejor lo hace Milena Smit, la otra madre paralela. Comprendo que son menos cinematográficos, pero los peladores de patatas son comodísimos.

La sequía: esto sí que es serio. De vez en cuando los meteorólogos nos anuncian lluvia y vemos pasar las nubes, como Mister Marshall pasó por Villar del Río -hoy que estamos peliculeros- sin parar ni un segundo, es decir, sin chispear siquiera. El aumento de la temperatura, que este año ha precipitado la apertura de los blancos bolsones, criaderos de las procesionarias, cuya proximidad o contacto son muy peligrosos; hay que extremar el cuidado con los niños y los perros. Las procesionarias sirven de alimento a algunos pájaros -¡que se las coman pronto, por Dios!-. Los atascos de los fregaderos y los derechos de los perros los dejo para otra ocasión.

* Escritora. Académica.