Sabemos mucho del Día de la Madre y del Padre, pero poco del Día de las Librerías; fue este pasado jueves. Recuerdo con apenas ocho años entrar por primera vez en la Librería Luque, calle Gondomar. No conservo en mi memoria el libro que me compró mi abuela. Sin embargo, sí recuerdo que entonces me surgió el hábito de leer. En Alemania descubrí una librería que me llamó la atención. Había una gran mesa y sillas, donde el posible comprador de un libro podía repasarlo e incluso leer no sólo el prólogo. Varias personas cumplían con este cometido. Naturalmente he celebrado la ‘festividad’ con un libro que me llamó la atención: Para escribir hay que leer, del profesor italiano Vanni Santoni. Estoy totalmente de acuerdo y yo añadiría lo siguiente: para hablar adecuadamente hay que tener almacenado en el cerebro el sedimento de muchas lecturas.

Naturalmente no me refiero a la lectura sincopada en la pantalla de un móvil. El autor del citado libro alude, asimismo, a las muchas ofertas que ofrecen cursos donde se pretende enseñar a escribir. Esto no es nuevo, recuerdo hace bastantes años que un amigo pretendía aprender a escribir en una academia madrileña donde lo prometían. Mi amigo quería escribir novelas cuyos argumentos se los imaginaba fácilmente. Pero como bien dice Vanni Santoni, enseñar a escribir es una utopía. Lo que se enseña con la buena lectura es a discernir, reflexionar, pensar; sobre nuestra experiencia vital. Leer, por ejemplo, a los clásicos, es obligado. Yo estoy ahora releyendo el Quijote. Además, como dice el filósofo alemán Marcus Gabriel, «leer un libro no contamina».

*Periodista