Opinión | Al paso

Un gallo gitano

El origen del flamenco es un enigma andaluz. Pero su conservación durante la edad oscura no guarda misterio alguno. En esos años en que no había tecnología de grabación, pero sí mucha persecución, los gitanos fueron sus valedores. Si bien no vivían del flamenco, sí que lo usaban como el pan de cada día para ser más felices y para gritar con arte contra la injusticia. El esfuerzo de los calés para que esta maravillosa melodía haya llegado hasta nuestros días para disfrute de todos sana como una pera hay que saber agradecerlo. Hoy el flamenco se ha extendido como nunca y gracias a Dios -- y al Camarón-- entre los no gitanos hay buenos aficionados y buenos intérpretes. Pero últimamente lo que veo no me gusta un pelo: los gitanos siguen cantando como héroes, pero, como antaño, su flamenco está retrocediendo hacia sus entornos más íntimos porque los empresarios no quieren contar con ellos. Hay grandes artistas no gitanos, pero les aseguro que, aun siendo tan grandes, están a la altura de cualquier gitanilla desconocida que se pegue una patada por bulerías o que temple la voz en una boda o un bautizo. Pues ahí se está relegando al flamenco gitano, a pequeños círculos familiares. ¡Qué pena y que pérdida! ¿no? La prueba más palpable es en la programación televisiva de navidad. Atónito y más triste aún contemplo como la vieja raza de cobre y bronce está siendo marginada de los programas especiales de nochebuena y nochevieja y se está sacrificando la calidad por la cantidad porque encima tampoco veo a los payos de cante agitanado. Si ustedes ven estos espacios, las zambombas jerezanas brillan por su ausencia a cambio de pijadas que siempre hacen lo mismo imitando una fiesta en una montería y venga sevillanas y venga rumbitas que todo el mundo canta porque para hacerlo no hace falta saber cantar: que si mira como beben los peces en el rio, que si envidia tiene la fuente del color, que si ande ande, ande, la marimorena… Todos no podemos ser artistas, pero sí buenos espectadores. Los que estamos viendo la tele queremos calidad flamenca rancia o vanguardista. Pero con esta actitud lo que único que ocurrirá es que el flamenco ni se fusione ni evolucione, sino que se pervierta y desaparezca. Los gitanos y los payos de cante agitanado deben volver. Pero la bronca también va para ellos que se tienen que espabilar, que no solo pueden ser solo cantaores, bailaores o guitarristas y de entre ellos tienen que salir ya representantes sagaces y directores de canales de televisión. Si estuviésemos presentes en todos los escenarios de decisión otro gallo cantaría; un gallo flamenco de verdad.

* Abogado

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