Hace ya décadas, en los años 90 del siglo XX, el sociólogo Ulrich Beck publicó un libro llamado Nuevos riesgos sociales . Los definía como aquellos que se producen en las sociedades occidentales avanzadas precisamente como resultado de su éxitos y no de su fracaso. En estos "exitosos fracasos" tienen mucho que ver el desarrollo tecnológico y la organización del modelo productivo. Estos dos factores se encuentran en la base de uno de los problemas más serios con los que nos encontramos, no solo como sociedad, sino como especie. Como habrán intuido ya, se trata del medioambiente.

Las economías industrializadas han utilizado intensivamente el entorno (ríos, mares, tierras, océanos y aire) como vertederos o como factor de producción, cuyos costes han sido comparativamente bajos puesto que las legislaciones sobre protección ambiental son relativamente recientes. Esta actividad genera beneficios pero también externalidades, definidas como las consecuencias negativas de la actividad, que cristalizan en forma de contaminación, residuos tóxicos o contaminación atmosférica, entre otros. Estos efectos suponen un coste para los ciudadanos que suele pagarse con impuestos o con estándares de salud. De hecho, según muestran diferentes estudios científicos, un buen número de muertes se producen prematuramente en España a causa de la contaminación.

La cuestión es que en estas situaciones entran en juego intereses de actores diferentes que no son compatibles entre sí y que conducen a conflictos sociales muy difíciles de resolver. Precisamente en Córdoba nos encontramos ante un caso que responde casi perfectamente a esta situación: es el caso de Cosmos. Este caso es preocupante porque encarna toda la complejidad contemporánea y el conflicto de legitimidades. ¿Es importante evitar la contaminación del aire para preservar así la salud de los ciudadanos? Por supuesto, es un objetivo deseable y justo. Ahora bien, ¿es importante preservar la actividad y con ella los empleos de los trabajadores? También lo es, sin duda. El papel de la empresa es central porque, si se aplica el principio de responsabilidad social, probablemente la solución al problema estará mucho más cerca. En cualquier caso, estos debates, aunque parezcan locales, son al mismo tiempo resultado del modelo de globalización que ha triunfado, en la cual las sociedades avanzadas deslocalizan riesgos ambientales y con ello destruyen empleo y generan pobreza.

Desde luego, estos conflictos no pueden ser resueltos sin la intervención de los poderes públicos. La mesa creada para tratar el asunto de Cosmos va a ser muy difícil de gestionar dadas las consecuencias de sus decisiones sean las que sean. Pero confío en un acuerdo en el que todos ganen o, al menos no pierdan, porque este acuerdo será decisivo para toda la ciudad.

* Doctora en Sociología,

IESA-CSIC