Con su segundo cortometraje, ‘Los desheredados’ (2017), la barcelonesa Laura Ferrés fue premiada en el Festival de Cannes antes de obtener galardones como el Goya y el Gaudí; seis años después su primer largometraje, ‘La imatge permanent’compite por hacerse un hueco en el palmarés del Festival de Locarno (Suiza), uno de los más prestigiosos del mundo. “Me siento muy afortunada”, asegura. “Es un certamen al que tengo un respeto especial, porque suele incluir en su programación a cineastas por los que me siento influenciada”. En Locarno, recuérdese, el ‘gironí’ Albert Serra obtuvo el Leopardo de Oro a la Mejor Película gracias a ‘Història de la meva mort’ (2013). Es considerado un certamen de referencia en el ámbito del cine de autor, algo que, por su naturaleza, le aleja de Hollywood y, por tanto, no se ha visto afectado por la huelga de actores y guionistas. “El mero hecho de ser seleccionada por un festival que mantiene una actitud tan exquisita y coherente con el cine de autor de por sí es un respaldo a mi sensibilidad artística”.

Si en ‘Los desheredados’ tomó como premisa argumento del cierre de la empresa de autocares de su padre y la resignada reconversión de este en chófer de limusinas, ahora Ferrés se inspira en su familia materna para acercarse a las vidas de tantos migrantes que desde mediados del siglo pasado llegaron a Cataluña procedentes de Andalucía. “Sin embargo, ninguna de las dos películas es autobiográfica; me gusta tomar elementos sacados de mi realidad personal y moldearlos a través de la ficción”. En concreto, la idea originaria de ‘La imatge permanent’ está relacionada con las canciones que, de niña, la cineasta solía escuchar a su abuela. “Cantaba muy bien, pero no pudo dedicarse a ello porque tenía que trabajar en el campo y cuidar de sus hermanos. La recuerdo entonar sobre todo coplas y canciones republicanas de las que hoy no queda rastro ni siquiera en internet, afortunadamente mi madre y yo la grabamos interpretándolas antes de que perdiera la memoria”.

Coescrita por Ferrés junto a los también cineastas Ulises Porra y Carlos Vermut -en realidad, el director de ‘Magical Girl’ (2014) y ‘Mantícora’ (2022) le dio algunos consejos valiosos cuando el guion ya estaba casi completado-, la película sigue los pasos de una directora de cásting que trata de encontrar a una persona de aspecto ordinario y auténtico cara al rodaje de una campaña política, y que durante su búsqueda conoce a una vendedora ambulante con la que resulta tener un traumático pasado en común; transcurre en el Prat de Llobregat, donde Ferrés nació y donde ya ambientó ‘Los desheredados’.

La periferia geográfica

En todo caso, es una obra menos realista que su predecesora. “He rodado en localizaciones reales y con actores no profesionales, porque me interesa retratar la periferia geográfica usando el tipo de personas que normalmente no aparecen en pantalla, pero el aspecto verista de la película está tratado desde el artificio”. Esos actores, en efecto, declaman sus diálogos de forma muy poco natural, y a lo largo de su metraje la película se muestra proclive al simbolismo y dotada de un esquema visual muy estudiado. “Me doy cuenta de que estoy cada vez más intesada en construir un imaginario propio, y de mantenerlo libre de ciertas convenciones, como las del realismo social”. Sin duda, las generosas dosis de humor absurdo que la película contiene contribuyen en buena medida a ello. “Siempre he pensado que solo dejando que el humor permee tu película puedes ser capaz de contar cosas serias con ella”

Ese imaginario, confiesa Ferrés, tiene referentes de lo más diversos. “Mi madre me enseñó a apreciar el cine clásico, mi padre me introdujo en los ‘blockbusters’ de Hollywood, y mi abuela me dio a conocer los culebrones; por mi cuenta descubrí el anime, la no-ficción y el cine no-narrativo”. En cualquier caso, explica, su cine es mayormente deudor de modelos procedentes de otras expresiones artísticas. “Los ensayos de David Foster Wallace o ‘Los detectives salvajes’, de Roberto Bolaño, o incluso canciones como ‘A Day In The Life’, de los Beatles; todas esas obras tienen estructuras complejas que me fascinan”. Que esa complejidad pueda ponérselo difícil al espectador, añade, no le parece problemático. “No sé si quiero que mis películas sean completamente entendidas, porque el cine que me gusta tiene un componente inefable y misterioso. Entiendo que, en general, a la gente le pone nerviosa la incertidumbre, tanto en el cine como en la vida misma. Y es precisamente esa incertidumbre lo que a mí me gusta explorar”.