Con la de años que le costó al primer homo llegar a erectus y ahora la más sabia especie, móvil en mano, camina hacia la involución. Cabezas gachas, cuellos flexionados, y las cervicales y dorsales en pie de guerra. Sufren también los pulgares, las manos, las muñecas... La hiperconectividad nos ha traído dolencias y lesiones en el sistema músculo-esquelético y también en la vista y el oído, aparte de las secuelas psicológicas. Algún estudio apunta incluso a daños cerebrales por las ondas que emiten los dispositivos. Los expertos avisan de las nuevas patologías tecnológicas, algunas de las cuales pueden ser irreversibles. Sordos, miopes, encorvados... He aquí el dibujo del homo móvil. El uso y abuso de los dispositivos tecnológicos «evidencian un aumento claro y constante de patologías del aparato locomotor, con especial incidencia en jóvenes y adolescentes, por ser los que más utilizan el móvil, confirma la traumatóloga Eva Sancha, que detalla: «Al tratarse de una herramienta pequeña conlleva trabajar biomecánicamente con unos brazos de palanca muy pequeños que fuerzan y estresan a los estabilizadores pasivos (ligamentos) y activos (tendones y músculos), provocando tendinitis y sobrecarga de las múltiples articulaciones que configuran el carpo, sobre todo a nivel de los dedos». A ello se asocia la sobrecarga cervical y de antebrazos. Fisioterapeutas y osteópatas corroboran el diagnóstico. «Las afectaciones más frecuentes son dolores en la extremidad superior; en la zona dorsal y en la cervical, que muchas veces vienen acompañados de cefaleas», constata Eduard Díaz, director de la Clínica de Osteopatía Barcelona. «Es el mismo problema (ocupational overuse syndrome) que el de un operario que hace el mismo movimiento 300 veces al día».

Ya se habla, expone, de «patologías tecnológicas» en las que se nombran entidades clínicas como el túnel carpiano y el codo de tenista o epicondilitis. Incluso se han acuñado términos coloquiales como wasapitis, text neck, codo de selfi...

Antes estas lesiones, prosigue Díaz, se asociaban al uso del ordenador, pero ahora se ha expandido a toda la población por los smartphones, «donde la postura en excesiva flexión, el trabajo con los pulgares y la mirada fija en letras pequeñas inducen grandes alteraciones posturales».

Los nativos digitales han incrementado las horas en visión de cerca, que implica una menor frecuencia de parpadeo y una mayor apertura de los párpados, que provoca más molestias derivadas de la sequedad. Tradicionalmente, añade, la miopía se ha atribuido a un mayor esfuerzo en la visión de cerca y algunos trabajos sugieren el aumento en niños que empiezan a emplear el móvil o la conocida y popular tableta.

El hábito de escuchar música con auriculares ha disparado también los problemas auditivos. El problema puede ser tan grave que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a proponer a las compañías tecnológicas niveles seguros de audición en sus diseños para minimizar los posibles daños.

Por otra parte, cada vez son más los profesionales que advierten de otra patología en auge que algunas investigaciones asocian a las ondas electromagnéticas generadas por estos artilugios: el tumor benigno del nervio auditivo, neurinoma del acústico. El pasado año, un tribunal italiano reconoció por primera vez una relación entre el uso del móvil y un tumor cerebral.