La bandera andaluza colocada en el Sector Sur, a la entrada a Córdoba por esa zona, nos ha recordado aquellos tiempos, hace casi cuarenta años, en los que empezamos a darnos cuenta de que esta tierra era algo más. En arte y creatividad. Y en dignidad. El final de la Dictadura propició a quienes empezamos a trabajar en esa época unos comportamientos tan novedosos que en poco tiempo la gente empezó a olvidarse del nacionalcatolicismo y se apunto a los cines de películas X. Los quioscos se convirtieron en el escenario a donde acudían quienes incluso eran analfabetos y el papel era una renta que se triplicaba los fines de semana, con suplementos y especiales. Fue ese tiempo en el que Andalucía creció tanto ante nosotros mismos que hasta los políticos se tuvieron que dar cuenta de que estaban en otro mundo. Fue aquella época en que el primer presidente, Rafael Escuredo, se paseó por toda la región para predicar su fe verdiblanca. Aquel momento del 3 de abril de 1979 en que cubrí periodísticamente mis primeras elecciones municipales en Huelva. Aquel era otro mundo. Sin gabinetes de prensa y sin ordenadores. Y todavía sin aquellos primeros móviles que casi no servían para nada. Supongo que nuestra imaginación estaba acostumbrada. Debería estarlo porque la portada del tercer número de la revista El Jardal, de Villaralto, que salió a la calle el 28 de febrero de 1980, cuando se votaba la iniciativa sobre el proceso autonómico, era una mujer desnuda levantándose del mapa andaluz sobre esta leyenda «Despiértate y ... anda, Lucía». También se anunciaban entrevistas exclusivas de Julio Anguita, José Aumente y Joaquín Martínez Bjorkman, además de «Rafael Alberti, poeta en la calle». Hubo un tiempo, como cuando estábamos estudiando en Madrid y aparecieron las primeras elecciones, que nada sabíamos de Andalucía. Fue cuando empezamos a pensar en la dignidad de nuestra tierra, acostumbrada hasta entonces al suplicio de los señoritos, que eran los que mandaban. Y ya empezaban a hablar los políticos. Anguita afirmaba que las autonomías podrían suponer la liberación para los ayuntamientos. Por su parte, José Aumente decía que quizá la Sierra tenga menos conciencia de pueblo andaluz para concluir el senador Martínez Bjorkman «que el Valle de los Pedroches puede seguir siendo ese valle olvidado». Era aquel tiempo en el que se optaba por el artículo 151, de buen ver, o el 143, escuchimizao. Cuando empezamos a cantar «Viva Andalucía libre». Una gran bandera andaluza saluda a quienes entran en Córdoba por el Sector Sur. Por donde se ve al fondo la Sierra y en primer plano, la Mezquita. La contraportada de aquel Jardal de febrero de 1980 es el rostro de una joven con el letrero «Viva Andalucía viva».