El genial Chano Lobato me contaba que yendo de recogida con media melopea del brazo en la madrugada gaditana, el Cojo Peroche y el Beni de Cádiz toparon con la casa natal del insigne José María Pemán, en cuya fachada, escrito en noble bronce sobre lápida de mármol, se contaba que allí había nacido el gran poeta español autor de «El Divino impaciente». Admirados ante tal destello de loas y florituras al paisano ilustre, dio el Beni en preguntar a su compadre: «Antonio, cuando yo me muera, en la casa donde nací, en la calle Hércules, también pondrán una lápida como esta», a lo que el Cojo Peroche le contestó: «Desde luego, Beni, y pondrá: Se vende». Qué lejos estaban entonces los dos compadres de imaginar que muchos años después el cartel de SE VENDE sería el mismo que van a poner en la casa donde nació Diego Velázquez en Sevilla, después de que haya sido entregada como dación en pago para saldar las trampas de Vitorio&Lucchino, declarados en concurso de acreedores. Este es el sino de nuestra historia y de nuestro celo y cuidado con los andaluces excelsos. Porque lo que ahora ocurre con la Casa de Velázquez, también pudiera ser mañana con la casa natal de Luis Cernuda, en la calle Acetres en Sevilla, donde se aloja una cristalería cuyos dueños se acaban de jubilar; mientras que en la casa natal de Machado --aquella de “mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”-- tan solo un azulejo colocado no hace mucho por la Duquesa de Alba recuerda que allí nació el Víctor Hugo español, por citar un francés cuya casa natal está en perfecto estado de conservación, convertida en museo visitable. También me cuentan que la casa donde naciera Rafael Alberti no pasa por buenos momentos, mientras que la de Vicente Aleixandre, la famosa Velintonia 3, lugar de peregrinación de todos los poetas españoles durante el franquismo a escuchar de Aleixandre los sonetos no publicados de Lorca, se encuentra en estado ruinoso en espera de comprador, guste o no de la poesía, tenga o no idea de quién la habitó. Como tampoco existe la de Gustavo Adolfo Bécquer, donde solo una placa recuerda el lugar donde nació, hoy un edificio moderno. Son muchos los lugares significativos de la cultura española que se han perdido por desidia, ignorancia o falta de visión. Y no solo los flamencos de leyenda, como los de la anécdota del principio, caen en manos del mejor postor y se libran del «SE VENDE», no vayan a creer, ni siquiera toda una emperatriz como Eugenia de Montijo pudo salvar la casa donde nació en Granada, ciudad en la que tampoco se conserva la de la heroína Mariana de Pineda.

* Periodista