Parece mentira, pero, en este momento, la incógnita sobre la repetición electoral no está despejada. Si hubieran de repetirse los comicios -algo tan paranoico como absurdo-, según las encuestas provenientes de todas las observancias ideológicas, volverían a iterarse los presentes resultados, con leves modificaciones, dejando la gobernabilidad tan incierta como ahora.

Por eso, si reinase la sensatez que, según parece, está de vacaciones, se impondría la abstención del PP y Cs, o al menos uno de ellos, para que gobernaran los más votados, al no existir otra opción alternativa. Lo contrario lleva, como estamos viendo, a un surrealismo que deja en mantillas al de Andrés Bretón o Luís Buñuel.

Vemos con asombro que la puerilidad de Ciudadanos crece por momentos -primero fue lo de autoproclamarse líderes de la oposición y luego invitar a que formen otro partido sus disidentes más sensatos-, pero no esperábamos que para atornillar la negativa usaran mentiras como catedrales. Difunden que la coalición con Sánchez es tan imposible como establecer pactos o acuerdos porque sus conceptos políticos son opuestos por el vértice. Pero, señores, sean serios reconociendo que lo único que le han pedido a la soberbia infantiloide de Rivera es que se abstenga y, una vez en marcha la legislatura, durante cuatro años, todos los días, en sede parlamentaria, manifieste sus desacuerdos. Lo exclusivamente solicitado ha sido la abstención para desbloquear un estado de cosas al que, ni con otras elecciones, se le ve salida razonable.

Los altos mandos de los políticos que venían a regenerar la vida pública, parecen desconocer que su abstención produciría estos cuatro beneficios para el bien común:

1. Evitarían que Iglesias se agarre al clavo ardiendo de los ministerios para pervivir en su propia casa, donde está al filo del desahucio; máxime si consideramos que, en las elecciones municipales, sus mayores contradictores, en Madrid, Valencia y Cádiz, han ganado mientras él se hundía con los filisteos que le van quedando.

2. Se soslayaría el apoyo soberanista, pues con solamente Podemos los números no dan para la investidura socialista.

3.- El desgaste del sistema se frenaría algo. Cosa imposible si la mayoría de españoles -mudos de indignación viendo el espectáculo que andan interpretando sus representantes-, tuvieran que volver a votar pagando de su bolsillo el precio de la vergüenza. Una vergüenza que, para más inri, sale muy cara.

4. Los apoyos, en euros millonarios, de vascos, catalanes, cántabros o canarios no se necesitarían. Lo que supone un ahorro importante para el erario.

A lo anterior cabe añadir que ya va siendo hora de no remedar a doña Juana la Loca firmando con Vox, en Sevilla, nada menos que el acuerdo presupuestario y obstaculizando en España a un partido impecablemente constitucionalista, mientras, en el colmo del tremendo delirio, aseguran en Murcia y Madrid que jamás se sientan a negociar con los ultras de Vox.

Pero, tanto el PP -catapultado por un Aznar cada día más feo, hosco y repelente- como Ciudadanos -dirigido por un niño caprichoso y mal educado, que no acude a las convocatorias oficiales aunque presume de dialogante-, no paran de difundir que Sánchez ignora lo que es negociar. Trámite al que ellos mismos han cerrado todas las puertas para que lo efectúe. Una tergiversación tan hispana como condenar a muerte por rebelión militar a los civiles que, fieles a su juramento, no se sublevan.

Todo lo anterior nos conduce a dos reflexiones postreras:

1. Muchos de nuestros políticos, igual que la Malvaloca de los hermanos Álvarez Quintero, merecerían que los fundieran de nuevo, como funden las campanas.

2. Urge aprobar una norma que exija a los componentes de las cúpulas de los partidos para tomar posesión de sus cargos, que presenten un certificado psiquiátrico acreditativo de que no padecen alguna anomalía mental.

* Escritor