¿Es por falta de espacios públicos para la expresión artística urbana? ¿Se ha instalado el vandalismo entre nosotros gracias a que puede campar a sus anchas cuando se ampara en la nocturnidad? Una cosa y también la otra. El caso es que arte urbano y respeto a la propiedad privada no son compatibles en algunas zonas de Córdoba. No hay nada más que ver la fotografía que ilustra esta carta para comprobarlo. Es la calle Escultor José de Tomas, una pequeña vía entre el camping y las instalaciones de Emacsa cuyas paredes han servido de lienzo desde hace años a quienes quieran colorearlas con lo que le venga en gana al anónimo pintor. Y como esta calle, también la que le da nombre el alcalde Guzmán Reina, otro museo de lo que uno es capaz de hacer con un espray y escasez de luz para moverse a su antojo. Como se puede apreciar, en el muro no se distinguen grafitis virtuosos, mensajes de protesta como cuando las calles eran pancartas de ladrillo y cal o proclamas de amor, el corazón pintado en la pared. La imaginación de los artistas no ha pasado en esta caso de trazar líneas sin sentido, unas en negro, otras en añil. No se puede valorar, por tanto, como una creación digna de ser respetada por su calidad artística callejera, sino que entra dentro del muestrario de lo que se define por gamberrismo. No es este un mural de tendencia cultural urbana, sino el retrato de la obra de un aburrido falto de civismo.

Andrés Maranda Borrego

Córdoba