Tiempos de incertidumbre, de preguntas, de recelos, de incomprensión, de espera, por una parte la silenciosa y a veces invisible labor diaria de los hospitales y de su personal y el verdadero drama visible de cada día en estos. Por otra, de muchas familias a las que se les cierran puertas para sobrevivir, y que han visto de la noche a la mañana como la vida les ha dado la espalda. Por un lado científicos buscan una vacuna, especuladores haciendo cola para recoger su recompensa, mientras los abnegados mortales nos agarramos a nuestra Fe para que se solucione pronto. En los micromundos que nos hemos formado aún tiene cabida solidaridad con los demás, empatía por el esfuerzo de muchos, y cómo no, ganas inconfesables de montar en este tren sin destino a toda la incompetente clase política que no sabe gestionar esta pesadilla.