Era tal el trasiego y kilómetros sin poder descansar para cumplir sus numerosos compromisos profesionales que Manuel Benítez decide comprarse un avión que le simplifique los desplazamientos cruzando la península de una esquina a otra. Y fíjense lo que es la vida: de no tener zapatos que ponerse a tener avión propio.

Y el 11 de abril de 1965, en las pistas del aeropuerto de Córdoba, el padre Arroyo, coadjutor de la parroquia de Santa Marina, bendice y bautiza el avión Piper Aztec con el nombre de El Cordobés, ante la asistencia de un reducido grupo de periodistas y amigos del torero.

Hasta que cuatro años después, el 20 de agosto de 1969, alcanzó su sueño de obtener el carnet de piloto, Manuel Benítez contrató a uno profesional. A partir de ese momento surcaba los aires a los mandos de su Piper. Y algunas veces pilotaba vestido de torero por lo justo de tiempo que iba para cambiarse.

Manuel había mandado construir en la parte baja de Villalobillos una pista de aterrizaje. Allí entraba y salía con su avión como el que entra a la cochera de su casa.

Y el día 29 de septiembre de 1970, que toreaba en Córdoba un mano a mano con Miguel Mateo Miguelín, hizo uso de esa comodidad. Se vistió de luces en Villalobillos y a los mandos de su avión realizó el primer vuelo desde su finca al aeropuerto de Córdoba, para seguir en automóvil hasta la plaza de toros.

El balance de esa tarde fue de dos orejas para cada uno.