Isaac Becerra, Robles, Fidel Escobar, Xavi Molina, Jesús Álvaro, Imanol García, Javi Flores, Valverde, Moutinho, De las Cuevas y Piovaccari. No tiene mala pinta esta alineación del Córdoba CF para competir en Segunda B. Y sobre un terreno de juego en excelentes condiciones. El propio, además. Con el público de tu parte. Con adversarios directos midiéndose en otros campos. Y contra un rival, el Algeciras, situado en posición de descenso y con una estadística chirriante: el único del grupo junto al colista Villarrobledo que no había ganado una sola vez lejos de casa y el más goleado como visitante.

En escenarios así, el Córdoba suele manejarse de modo impredecible. Lo lógico sería que, entendiendo que una mala tarde la tiene cualquiera, ganase la mayor parte de esos duelos. Pues no. Ni por asomo. Los aficionados cordobesistas con más horas de vuelo sienten un ramalazo de temor cuando el calendario pone al equipo ante una oportunidad de apariencia inmejorable. Saben que puede terminar convirtiéndose en un baño de frustración colectiva. El Córdoba convirtió en un chiste su candidatura al ascenso con un partido bochornoso. No estuvo a la altura, se movió por arreones y estuvo lejos de ser el conjunto con mando que se supone que debe ser precisamente ahora. El árbitro estuvo mal y se equivocó, cierto es, pero el Córdoba tuvo que hacer algo más. Marcar gol, por ejemplo.

El Algeciras, con peores jugadores, fue mejor equipo. No se asustó nunca ante el Córdoba porque, para ser francos, los blanquiverdes no le metieron nada de miedo. El conjunto visitante se defendió con todo, porque era su obligación, y terminó celebrando el éxito como si hubiera ganado la Champions. Los de Agné ofrecieron una imagen endeble, sin vigor en las marcas y llegando al área contraria de manera deshilvanada. Pelotazos lejanos y Javi Flores chocando contra el mundo. De Piovaccari sigue sin haber noticias. El centro del campo es de papel. ¿Fue solo un mal día? El Córdoba debe contestarse esa pregunta. De momento, ya ha perdido su plaza de play off. Por sus tonterías.