Se acumulan, cada año por estas fechas, interesantes producciones con motivo de la inminente celebración de la gala de entrega de los Oscar. De algunas ya hemos hablado aquí, otras no tendremos demasiadas oportunidades de hacerlo, me temo, debido a su fugacidad en la cartelera y la periodicidad semanal de esta columna. Me refiero, concretamente y por ejemplo, a la muy recomendable Call me by your name del realizador italiano Luca Guadagnino, con guión de James Ivory. Un título de lo más recomendable por su especial sensibilidad y que no querría dejar de citar.

Pero, desde luego, si hay un actor que sea capaz de absorber con su elegante y arrolladora presencia la totalidad de una película, ése sería Daniel Day-Lewis -quien dice que se retira de la interpretación cinematográfica con este trabajo, después de memorables actuaciones como las que realizara en Mi pie izquierdo o El último mohicano-, y lo demuestra con este nuevo personaje para su colección: un modisto de alta costura bastante introvertido y esquivo para el amor, manejado por una hermana y anclado en el recuerdo de una madre que le marcó.

En fin, un personaje nada sencillo, como no podría ser menos en el caso de este intérprete que lo ha hecho todo en su filmografía, encarnando a todo tipo de personajes y trabajándolos con meticulosidad y obsesivo empeño en la preparación y construcción de los mismos. En El hilo invisible está dirigido por uno de los grandes directores actuales de la escena cinematográfica norteamericana, Paul Thomas Anderson, que ha sabido entregarle un guión con el suficiente misterio y profundidad como para no rechazarlo. El filme está filmado con un gusto impresionante, deudor de la estética de grandes maestros de la talla de David Lean, Max Ophüls o Alfred Hitchcock. Cuenta la relación del protagonista con una camarera de la que se enamora y las consecuencias que traerá en su vida.