‘Mundo extraño’. Autor: José Ovejero. Edita: Páginas de Espuma. Madrid, 2018.

Tiene interés, habilidad narrativa y desarrollo sorpresivo este conjunto de quince relatos que José Ovejero -autor también de novelas y ensayos, además de periodista- titula Mundo extraño, aclarando por añadidura que en el volumen «se aúnan las dos tendencias principales de mi escritura, una línea realista y otra en la que lo absurdo y lo desaforado ganan la partida». Desaforado, en parte extraño, es el primero titulado «Mamá eligió para suicidarse el 24 de diciembre por la mañana», mientras que el segundo, «Escaparates», presenta a un escaparatista de ejecución profesional insólita a la vez que impactante. La rareza, por tanto, lo llamativo, en el centro de atención hasta el final.

Desde el momento que en «Mens sana» se enhebran diversas anécdotas de asunto inesperado, comprendemos que para Ovejero es efectivamente importante sorprender: lo hace con sus «5 piezas breves» -brevísimas, como la insustancial y sin embargo detallista circunstancia de «Microporno»-, con la expectación que continuamente provoca en «Adoración», o con la increíble realidad que se va sucediendo por extenso en «Nunca me pasa nada». Igualmente, en «Venta segura», la sorpresa e insólita realidad se van adueñando del argumento hasta diluirlo en el absurdo que hace revertir la marcha de los acontecimientos. Ovejero (Madrid, 1958) es sin duda un excelente narrador, un relator nato de las más diversas situaciones, y eso es lo que más atrae en sus cuentos: extrañarte de lo que acabas de presenciar en una historia y preguntarte qué sorpresas o experiencias escabrosas vas a encontrar en la siguiente.

En realidad, parece que estos relatos de Mundo extraño tienen un hilo que los une: la circunstancia escondida bajo la más aparente realidad.

Por eso hay que darle valor a lo que leemos en «Me duele más a mí»: «...porque de lo que yo quiero hablar es precisamente de la normalidad, de lo que nos sucede a todos por difícil que nos resulte explicarlo, aunque, y eso es lo más frecuente, no queramos siquiera ser conscientes de que nos sucede».

Este es el realismo innegable al que el autor madrileño se refería en las palabras transcritas en el comienzo. Aunque en ocasiones ese realismo desemboque en la más sórdida irrealidad, en la más horripilante escatología o en la más dolorosa desesperanza.