‘Vanitas’. Autora: Vernon Lee. Editorial: La isla de Siltolá. Sevilla, 2019.

Tres ciudades, Venecia, Londres y Florencia, sirven de escenario para presentar las historias de tres mujeres de la alta aristocracia europea en el contexto histórico y social de finales del siglo XIX y principios del XX. Vernon Lee (1856-1935), escritora británica de excepcional inteligencia y notable ingenio, abrazó el esteticismo y el amor al arte por el arte (the art for the art’s sake). Recibió, al igual que Oscar Wilde o W. Bernard Shaw, el influjo del profesor Walter Pater. Su juventud transcurrió viajando por Europa y recibiendo una exquisita educación que ella aprovechó excelentemente gracias a su talento y sensibilidad. Cultivó el ensayo estético así como numerosas novelas y relatos fantásticos.

Su verdadero nombre, Violet Paget, se mantiene oculto bajo el pseudónimo de Vernon Lee, algo que venía siendo habitual entre escritoras, como es el caso de Mary Ann Evans, que firmaba con el nombre de George Eliot, o Charlotte Brönte bajo el pseudónimo de Currer Bell, en una época en que existía un claro recelo hacia cualquier demostración intelectual de la mujer. En este periodo histórico el rol femenino estaba circunscrito al ámbito exclusivamente doméstico y el mayor logro de una mujer de buena posición era conseguir un buen matrimonio como queda reflejado en las novelas de Jame Austen, de principios del siglo XIX.

Violet Paget, mujer de carácter, comprometida con el feminismo, nos propone en su libro tres modelos de mujeres, Lady Atalanta, Valentine Flodden y Madame Krasinska, que rompen con el estereotipo femenino del momento.

En el primer relato, Lady Atalanta se perfila como un personaje lleno de vigor y fortaleza moral y física. «Lady Tal permanecía sentada con ese aire indefinible de ser demasiado grande, demasiado fuerte, demasiado bien relacionada y demasiado satisfecha consigo misma y con todo lo demás para aquel decadente, plebeyo y cohibido universo» (pág. 38). Y lejos de lo que es de esperar en una mujer de su condición social, muestra además inquietudes literarias y aspira a crear su propia novela. Con su determinación y empeño turba al personaje masculino, el escritor Jervase Marion. «Marion lo entendía ahora desde el principio: su sorprendente debilidad ante Lady Atalanta, su increíble sumisión a las órdenes de la arrogante y audaz joven aristócrata» (pág. 47).

En el segundo relato, Lady Flodden, aun perteneciendo a la clase acomodada, asombra a su vez al alfarero socialista, Leonard Greenleaf por la falta de refinamiento en sus maneras así como por la familiaridad y cierta ligereza que muestra en sus conversaciones, lo cual la hace parecer excéntrica: «Había en la señorita Flodden ciertos rasgos algo toscos en modales y lenguaje, afectaciones de argot de colegiala, vestigios de rusticidad que afectaban a los sensibles nervios del ceramista por carecer de elegancia» (pág. 120).

Sirve también el relato para proyectar el interés del momento en cuanto a la concienciación de clases sociales en un periodo histórico convulso. «¿Por qué no podía la sociedad entera trabajar en un nuevo y mejor orden social?... La humanidad no era malvada ni perversa; y la injusticia, la extravagancia y la crueldad de los ricos eran, sin duda, resultado de la ignorancia: había que enseñarles que podían pasar sin algunas cosas y que los demás necesitaban mucho esas cosas» (págs. 119-120). En la tercera y última historia, Madame Krasinska, mujer rica y bella, educada para el ocio y el disfrute de la vida, sufre una gradual transformación hasta llegar a confundirse con la figura sombría, triste y perturbada de la anciana Sora Lena. «Siempre había tenido dinero, salud, atractivo, y la gente siempre le había repetido, en Nueva York, en Londres, en París, en Roma y en San Petersburgo, desde su más tierna infancia, que su única tarea en la vida era divertirse» (pág. 180). Con esta metamorfosis, Vernan Lee advierte al lector de la banalidad y fugacidad de los placeres ante la perspectiva última de la muerte.

Vanitas deleita al lector por la esmerada reflexión psicológica de los personajes, cuya destreza recuerda a las novelas de Henry James, también por las exquisitas y bellas descripciones de los distintos escenarios en los que se desarrollan los hechos, donde Violet Paget exhibe su amplio conocimiento de la estética, el arte y la condición humana.