Antonio García Caballero es un trabajador de Parques y Jardines del Ayuntamiento que el martes a mediodía se tuvo que enfrentar al momento más angustioso de toda su trayectoria profesional, cuando se vio en la necesidad de atender a un hombre que sufrió un infarto mientras paseaba con sus nietos por el Parque de la Asomadilla.

Explica Antonio que había «visto al hombre un poco antes jugando a la pelota con sus nietos y un poco después, ya caminando, lo vi desplomarse al suelo delante de los chiquillos».

Ante esa situación, no dudó en dejar su trabajo y acudir en su ayuda. «Lo primero que hice fue llamar al 112, para explicarle lo que pasaba». Mientras llegaba la ambulancia y con el teléfono al oído, Antonio fue ejecutando las órdenes que recibía. «La mujer me preguntaba si respiraba, me dijo que le pellizcara en el brazo, luego le pellizqué en la mejilla y después me dijeron que le diera los masajes cardíacos». Continúa contando Antonio que le preguntaron si sabía hacerlo «y yo le dije que a las personas no, a los muñecos sí», algo que, según explica, «aprendí en los cursos que nos dan en la empresa, gracias a que somos públicos todavía», apunta con cierto tono reivindicativo.

Así estuvo durante un rato hasta «que el hombre respiró hondo y a partir de ahí seguí dándole un poco más».

Pero, pese a lo delicado de la situación, lo peor para este héroe ya no tan anónimo fue «ver a los dos niños llorando al lado», por eso, explica, «yo los mandaba de vez en cuando a por agua a la fuente, para que no estuvieran allí tanto rato. Eso fue lo peor. Hasta que llegó un chaval que se llama Jesús y ya me estuvo ayudando a distraer a los chiquillos». Asegura Antonio que esta experiencia ha sido la más complicada que se ha encontrado a lo largo de su vida, pero le quita mérito a su gesto, pues señala que «los que lo salvaron han sido los profesionales del 112 que fueron los que me dijeron lo que tenía que hacer en cada momento».

Explica que mientras ocurría todo «no me puse nervioso, creo que por los niños, para no asustarlos más». Dos pequeños que seguro que a partir de hoy, cuando vuelvan por el parque de la Asomadilla buscarán para saludar al salvador de su abuelo.