"A la memoria de quienes murieron por la República, la libertad y la democracia". Córdoba saldó ayer una deuda histórica con más de 2.000 fusilados entre agosto de 1936 y 1950, que recuperaron por fin sus nombres y apellidos en unos muros que se levantan en su honor. Los monolitos se alzan desde ayer en los cementerios de San Rafael y La Salud, donde se produjeron el mayor número de fusilamientos los primeros meses del golpe fascista. Además, una placa en una de las tapias del camposanto de La Salud recuerda a los ajusticiados que eran arrojados posteriormente a las fosas comunes. El trabajo de elaboración de los listados --que no está concluso, pues se pueden seguir incluyendo nombres que vayan siendo identificados-- ha sido complejísimo por la escasa documentación existente y porque en muchos casos los fallecidos ni siquiera fueron inscritos en el libro de muertos de los cementerios. Isabel Amil, presidenta del Foro por la Memoria de Córdoba, recordó la imprescindible aportación del historiador Francisco Moreno, uno de los grandes investigadores del genocidio franquista en Córdoba.

Los muros de la memoria son el fruto de un intenso y riguroso trabajo, coordinado por el Archivo municipal y que ha sido posible gracias a la unión de las tres asociaciones memorialistas de Córdoba: Foro por la Memoria de Córdoba, Foro Ciudadano por la Recuperación de la Memoria Histórica de Andalucía y Agora del Pensamiento Social. Ayer los representantes y miembros de estos foros se unieron a los familiares de las víctimas en dos emotivos actos que tuvieron lugar en ambos cementerios. Asistió una nutrida representación de IU y PSOE, así como de las distintas fuerzas sindicales. No hubo sin embargo ningún representante del Partido Popular, a pesar de ser éste un acto institucional organizado por el Ayuntamiento. El PP ha justificado su ausencia "por problemas de agenda" de sus 14 concejales.

La delegada del Gobierno andaluz en Córdoba, Isabel Ambrosio, dijo ayer que "2.311 hombres y mujeres dejan de ser anónimos", aunque reconoció que el acto de ayer es "un gesto pequeño comparado con la vida de cada uno de estos nombres". Para el alcalde, Andrés Ocaña, la ciudad salda "una deuda con quienes fueron vilmente asesinados", y añadió que el de ayer fue un "acto de dignidad, civismo, libertad y fraternidad". Ocaña, quien reconoció que le costaba contener la emoción, cogió prestadas unas palabras de Castilla del Pino: "Una vez que uno muere sobrevive en el recuerdo de los demás. Cuando todos los que nos recuerden perezcan, habremos muerto definitivamente. No hay inmortalidad, hay memoria".