Acudo, otra vez como siempre, a la verdad de la copla, que tanto me enseña: Mujer porque tú serás / como la falsa ‘monea’ / que de mano en mano va / y ninguno se la ‘quea’... También se puede decir, denguno, como en el viejo lenguaje. Y es que es lo que manda, en el tiempo que vivimos. No hay que leer más que los titulares. Circula mucho dinero, pero más falso que Judas, como también dice el pueblo. Hay una gran trincadera en el tiempo que vivimos. Menos mal que aún nos queda esto. Por lo menos la palabra y esta página de domingo, para que el viejo druida que soy -la mano que mece la luna, como algún día me dijeron- y me dejan escribir lo que siento, lo que quiero. Que ya he llamado al nuevo lugar del Brillante, donde el sitio contra el dolor, a ver si me echan una mano.

Falsa monea de la mentira constante. Por eso me curo con la verdad, a veces tan solo una herida, de esta cita del domingo. Donde tantas cosas hay. Ya saben, adiós en el cortijo edredón de la tele a la Aramis, que a todos nos cae tan mal, porque la verdad es que es mentira. También decirles, en el paisaje vitrina, para asomar su rostro a la ventana tan deseada, por ejemplo, el rostro de Marisol, la de hoy, que no es fácil, porque le están buscando las vueltas. Me llaman para saber si sé algo de su tiempo más difícil. Les digo que para eso no me llamen. Porque eso se denomina, y perdonen que escriba esta palabra, el ventilador sobre la mierda.

Menos mal que hay moneda de curso legal, como el oro de ese centenario que se prepara del maestro Povedano, que ya al final de su vida, en su casa de Córdoba, quiso pintarme algún día… Y el nombre lleno de nostalgia, para mí, de ese Aznavour que se ha ido y al que tanto conocí y tantas veces entrevisté en todos lados.

-Tú eres al que yo llevo diez años, ¿no? Así es maestro querido. Me quedé esperándole la última vez, que ya no acudió a la cita.

Sin embargo, he conocido personalmente a Sara Baras, la otra noche en Sevilla y me gustó mucho verla así de cerca. Incluso le di dos besos, mua mua. Mucha clase, además de bailando, en el otro ballet de la vida. El maestro don Manuel, el rey de la palabra del vino me manda una nota adjunta, para que recuerde, que, tienen los sabios de la uva, un premio que se llama Elio Berhanyer, donde aplauden de esa manera a la botella más elegante del mundo. Un día, por cierto, en la bodega que tenía en Miami mi compadre Julio Iglesias, ahora de gran actualidad con el tema de la sangre; bueno, pues tenía doce mil botellas, lo mejor de lo mejor del mundo. Y a propósito, que su afición por el vino, la inició un servidor, que le regaló una caja de botellas de vino Vega Sicilia, que me costó cinco mil duros de entonces, y que luego pague en comodos plazos.

¡Ay!, si yo pudiera escribir la historia que a veces pienso y que se llamaría Confieso que he bebido. Como el poema inolvidable, pero peor, del maestro Pablo Neruda, aquel que me dedicó el libro de Los Versos del Capitán, con aquella dedicatoria, en tinta verde:

«A Tico Medina, que siempre me trae España cuando viene…»

Que vuelve, ya ha vuelto , ¿recuerdan? Mari Cruz Soriano, aquella de la tele dehace más de treinta años, que tocaba un piano blanco. Bella, madura, resultona, que la última vez que la vi, por ahora, fue en la estación del AVE, que se nos casó con Belloch, el que fue ministro y después alcalde de Zaragoza. Quedamos en vernos.

Porque el tiempo es un talismán sin duda y sin tregua. Ya lo saben. Córdoba culta y querida. Por eso hay que agradecer lo que se merece. Inés Arrimadas, que aunque parece que no se arrima, se arrima tal vez demasiado. Izó la bandera de España en ese lugar de los títeres, que es el Parlamento de Cataluña. ¡Ay!, estoy suspirando mucho este viernes que esto escribo, pero me lo pide el cuerpo. ¡Ay!, si los cordobeses, no hubieran subido aquellos lejanos días en los trenes que llegaban nunca, con su maleta de cuerdas en la mano. Como aquel día que en Almeria, lo cuento ya muchas veces, aquel hombre con una talega y una boina se me acercó en la estación para decirme:

-Sé quién es usted don Tico, que siempre habla tan bien de nosotros.Me voy a Barcelona a ver si tengo más suerte. Vengo de trabajar en los campos de los melones de Dalias y soy cantante. Me llamo Manuel Escobar, para servirle.

Y cerrando este Perol me llega la terrible noticia. Como todo el mundo sabe, ayer sábado se nos fue Montserrat Caballé que me dejó dicho aquello que todo el mundo sabe: «En ningún sitio del mundo canté como en la Mezquita-Catedral».

Una diva irrepetible que vivirá para siempre.