Ayer fue uno de esos partidos en los que lo que ocurre alrededor del césped acaba importando más que el devenir del juego. Por la extrema situación económica del Reus y por el bajo nivel demostrado por los catalanes y por el Córdoba en el Estadio Municipal reusense. A mediodía la entidad catalana, propiedad de Joan Oliver, informaba a través de su página web de que comenzaba el pago de los tres meses de sueldos atrasados de sus futbolistas, no así del resto de empleados del club. Una información matizada por el entorno de la plantilla, que acudió al partido, a las seis de la tarde, con caras más bien largas.

Lo que ocurrió en el césped del estadio reusense fue de todo menos un partido de fútbol que se precie de tal nombre. La afición del Córdoba no falló. Alrededor de 50 hinchas blanquiverdes estuvieron presentes en las gradas de un campo que tuvo una afluencia de público mayor que de costumbre pero que, pese a que el papel se agotó, presentó algunos asientos vacíos. Los 22 jugadores demostraron desacierto, imprecisión, nerviosismo y, en definitiva, que la situación clasificatoria pesó demasiado y acogotó a más de uno.

Porque aunque en el mes de diciembre los puntos de cada escuadra ya marcan claramente el nivel competitivo, no es de recibo que se de un recital de tan poco fútbol ya no solo para sus dos aficiones, sino también para los amantes del fútbol. Lo intentaba el Córdoba y es cierto que se aproximaba al área visitante, pero ahí moría. Animaba a ratos la afición del Reus, dedicando algún que otro piropo al propietario del club, Joan Oliver. Aunque se esperaba un ambiente más crispado. Pinchó la manifestación previa, con menos de 100 personas en las calles, convocada hora y media antes del inicio del partido.

Uno tiene ganas de sacar lo positivo, de ver el vaso medio lleno y de creer que este Córdoba puede salvar la temporada. Pero los milagros no ocurren cada año, y el aviso estaba ya ahí desde hace unas cuantas semanas. Había que llegar vivos al mes de enero, donde el mercado de fichajes puede mitigar las carencias evidentes de la plantilla. Pero para sobrevivir a la primera vuelta es necesario ganar. De poco importan las sensaciones, que por cierto ayer fueron malas, si la pelotita no entra. Hoy amanecemos a tres puntos de la permanencia. Empatito a empatito. Pero las cuentas siguen sin salir, porque de 18 jornadas se ha vencido solo en dos. Y sin matemáticas no hay salvación.