Mariano Rajoy toma aire. Las elecciones gallegas eran la reválida que debía superar para no caer otro peldaño en el particular precipicio en el que lleva instalado desde que accedió a La Moncloa. El galleguismo no nacionalista del PP, como lo bautizó su fundador, Manuel Fraga, se ha impuesto a un socialismo que sigue en caída libre. Alberto Nuñez Feijóo, uno de los políticos cuya aparencia menos encaja en el cliché conservador y que se refuerza cara a futuras sucesiones, con sus 41 diputados ha ampliado la mayoría absoluta que necesitaba para mantener el bastión más emblemático del partido (en las tres últimas décadas, el PP lo ha gobernado durante 24 años). Las aguas gallegas siguen en su cauce y las vascas vuelven a discurrir por la vaguada nacionalista. Pero, esta vez, la fuerza con la que irrumpe la izquierda aberzale, que sustituye al PSE como segunda fuerza en el Parlamento de Vitoria, añade un elemento de incertidumbre a la línea moderada que el PNV de Iñigo Urkullu ha defendido.

El candidato nacionalista se convertirá en el primer presidente del partido que llega a lendakari. Un factor a tener en cuenta porque deberá dejar el cargo en el partido y en función de quien le releve se verá si el PNV se deja arrastrar por las tesis más independentistas.

LA PRIORIDAD En todo caso, si gobernar es priorizar, Urkullu ayer citó como primeros objetivos la lucha contra la crisis, la gestión de la paz, y en tercer lugar el papel de Euskadi en Europa. Precisamente el programa económico es el que a priori más dificulta una entente con EH Bildu. El PNV ha criticado a menudo que la izquierda aberzale no sabe gobernar y le ha reprochado que su modelo económico sea "Venezuela y Cuba". La patronal basca Confebask lleva meses reclamando un "pacto de país" para superar una situación económica que califican de "emergencia". Desde que se inició la crisis, han cerrado 18.000 empresas, la gran mayoría pymes. De ahí que Urkullu se haya comprometido a llamar al resto de partidos para intentar atender la petición del influyente empresariado vasco. La muleta que el PNV necesita puede ofrecérsela el PSE, a pesar de sus malas relaciones actuales, y deberá contar con el PP para conducir el proceso de paz (a falta de ver si se mantiene la estrategia conciliadora de Antonio Basagoiti).

De todos modos, la crisis en Euskadi es casi una broma en comparación con el 21% del paro que deberá afrontar el nuevo Ejecutivo de Feijóo. Laboratorio de los recortes de Rajoy, el PP interpreta el resultado en Galicia como un aval a la política económica del Gobierno central. Salvada Galicia, el presidente tiene desbrozado el camino hacia el rescate.

EL CATACLISMO La pesadilla socialista continúa y con visos de que la dirección del partido no alcanza a calibrar la magnitud de su tragedia. La primera reacción a los pésimos resultados obtenidos en Galicia como en Euskadi fue lamentarse de la alta abstención. A pesar de que Alfredo Pérez Rubalcaba se había volcado en la campaña de Pachi Vázquez, los 18 diputados obtenidos (el PSdG pierde la mitad de los votos obtenidos en el 2009) son un mazazo para el PSOE.

En la misma línea, Patxi López, que se ha dejado 106 mil votos y nueve escaños también reconoció que se impone una reflexión. El PSOE daba por perdida la lendekaritza, pero el resultado seguramente es peor de lo esperado. "Ahora nos toca analizar los números con profundidad", señaló en su comparecencia el lendakari en funciones.

La dirección del PSOE, por boca de su secretario de organización, Oscar López, subrayó que los resultados en Galicia y Euskadi deben analizarse por separado. Preguntado por si Rubalcaba tiene intención de dimitir, fue tajante a la hora de rechazar esta posibilidad. La dirección del partido, que se reunirá hoy, insiste en que en solo un año es muy difícil recuperarse de la debacle de las generales.

El desconcierto del electorado socialista ayuda a explicar también el triunfo del histórico Xosé Manuel Beiras, que se convierte en la tercera fuerza en Galicia. Tras su divorcio del BNG, Beiras a sus 76 años se ha convertido en la sorpresa. La coalición nacionalista ha conseguido "ilusionar" y "activar el proceso de rebelión cívica", como la definió ayer el líder de la coalición Anova-EU. Un resultado que en estos tiempos de desafección --como demuestra a las claras la abstención del 36% de Galicia-- constituye todo un éxito.