Cambio de costumbres

Comer dentro y fuera del Arenal y echar alguna caña

Con los años, el anillo de establecimientos alrededor de la Feria hace su agosto con un público que almuerza fuera y luego ‘remoja’ la digestión en las casetas

Jóvenes almuerzan en la Federación de Peñas, este martes.

Jóvenes almuerzan en la Federación de Peñas, este martes. / Manuel Murillo

Juan M. Niza

Juan M. Niza

Hablar de comer y beber en la Feria prácticamente es hablar de todo, y más en esta edición de la fiesta marcada por el tardeo, la inflación, el ambiente fresquito como no se recuerda en muchos años en El Arenal y las muchas ganas de fiesta al final de una primavera en donde no hubo Cata de Vino y la lluvia arruinó la Semana Santa, la mitad de las Cruces y otras citas populares. Y como no podía ser de otra forma, también en cuestión de mesa y mantel la Feria va evolucionando en horarios, gustos y costumbres.

El primer factor que marca cambios son los precios, con esa subida del 19,7% que señala el INE para Córdoba en el lustro del covid-19 y de la post-pandemia, entre abril de 2019 y el mismo mes de 2024. Pero la cifra es engañosa, ya que la hostelería es uno de los sectores que más ha sufrido (particularmente el año pasado) la crisis de la falta de suministros y la subida de costes. Por no hablar de cómo el transporte, montaje y costes en general de la Feria se han disparado. Todo ello elevando el producto final.

Los del Cámping Los Villares en El Cotarro y un grupo de amigas en La Despechá.

Los del Cámping Los Villares en El Cotarro y un grupo de amigas en La Despechá. / Manuel Murillo

No es igual valor que precio

En este capítulo de precios, poco que añadir al reportaje de Araceli R. Arjona en la edición del pasado domingo de Diario CÓRDOBA, tras un sondeo que detectaba cómo de una caseta a otra variaba el ticket de la cerveza, el tinto de verano o la jarra de rebujito entre un 40 y un 60%. Que no es poca cosa. Y hay que reiterar que la variedad es tan inmensa que va en cuestión de bebida desde la caña no muy bien tirada en vaso de plástico calentito hasta la botella de Moët&Chandon a 70 euros.

Y en cuestión de comidas, se encuentra desde el más clásico (y camino de perderse) plato de pimientos fritos con sabores que recuerdan a ferias de antaño (están entre 7 y 8 euros) a esas langostas por encargo, unos años desde viveros de Marbella, otros de Huelva y alguna vez desde Getaria, que un discreto y rumboso grupo incluye cada año en uno de sus almuerzos en una caseta tradicional.

‘Churreando’ en Hnos. Pernia y amigos en el Club Calerito.

‘Churreando’ en Hnos. Pernia y amigos en el Club Calerito. / Manuel Murillo

Quizá a esa subida de precios se debe el que, desde hace años, un buen número de establecimientos en un anillo de barrios alrededor de la Feria hacen su agosto en estas fechas, desde Ciudad Jardín a la Fuensanta y más conforme nos acercamos a El Arenal. Se trata de comer camino de la Feria a precio moderado y con menaje y servicio de calidad contrastada y conocida, sin sorpresas.

«Claro que nos hemos dado cuenta de eso desde hace años, y sabemos que competimos con los bares cercanos», explica José Álvarez, presidente de la Asociación de Baile Retro y coordinador de la caseta El Meneíto (Judería 3)». De hecho, estas reservas a precio cerrado y pactado han proliferado en El Arenal este año, dejando muy atrás las restricciones y el bajonazo que se dejó sentir tras la pandemia, y han propiciado, por ejemplo, una inusitada animación en las casetas el pasado domingo. Tampoco este martes estuvo nada mal la cantidad de comidas de grupos que pudo verse.

Comer dentro y fuera de El Arenal  y echar alguna  caña

Comer dentro y fuera de El Arenal y echar alguna caña. / Manuel Murilllo

En todo caso, es curioso que «cuando se terminan los almuerzos concertados hemos notado un cierto ‘bajón’ de una o dos horas, mientras que llegan los que han comido fuera, un momento que aprovechamos para reordenar la caseta. Lo tenemos todo muy controlado», afirma Álvarez, describiendo cómo las nuevas costumbres van afectando a ese tramo horario de la fiesta en El Arenal que es el tardeo.

Por supuesto, en la Feria no hay que olvidar esas diez casetas-restaurante, en donde las mesas ocupan la totalidad del recinto durante las 24 horas del día, una fórmula de carpa expresamente prohibida en su día, pero que está ya consolidada en la fiesta.

Comer dentro y fuera de El Arenal  y echar alguna  caña

Comer dentro y fuera de El Arenal y echar alguna caña / juan m. niza

Tampoco pueden caer en el olvido esos puestos de comida específicos. Hay quien echa de menos aquella hamburguesería Uranga, aunque quizá arrastrando después de años problemas auditivos por el alto volumen de su megafonía. Y ahí está el ‘Palacio del Vino de los Mañicos’, al que no le falta algún cliente. Pero sobre todo, la Feria no sería igual sin esa grabación continua de la churrería de Hermanos Pernía, que saluda a los que entran en el puente de El Arenal recordando que es una «empresa líder en el sector con el exquisito churro gigante». Un anuncio que por sí solo ya parece que alimenta.