REPORTAJE

Una tarde para los pequeños en la Calle del Infierno

Familias y adolescentes aprovechan los descuentos de hasta el setenta por ciento en las atracciones por el Día del niño | El buen tiempo da un respiro a los feriantes, que recuperan las pérdidas por la lluvia

Su nombre lo indica. Lo que para el público adulto puede convertirse en un infierno debido al estruendo de las bocinas, el reguetón a todo volumen y los insistintes reclamos saliendo de los altavoces: Venga a la mansión del terror, miedo asegurado...o ... ¡Ay, qué te refresco!, para otros, la calle más colorida de El Arenal podría considerarse el paraíso terrenal.

Hoy, como cada miércoles de Feria, la zona de atracciones se ha ido llenando a lo largo de la tarde de niños entusiasmados y de adolescentes ansiosos de adrenalina. En la Calle del Infierno hay opciones para ambas edades. Incluso para los padres, público objetivo de las casetas de vino, cócteles y cervezas situadas junto a los puestos de dardos. También ellos han disfrutado al ver las caras de ilusión de sus hijos al conseguir un premio en el puesto de los patitos o al tratar de alcanzar la escoba en el Tren de la Bruja. Clásicos como estos mantienen su éxito año tras año pese a su falta de innovación. De ahí su popularidad.

El éxito de las costumbres

"¿Por qué deberían de innovar?, precisamente lo bonito, para mí, es la experiencia de llevar a mis hijos, cada año, cuando van cumpliendo la edad, a los mismos cacharritos a los que me llevaban mis padres", comentaba a este diario Marcos Sánchez, padre de una pequeña de 7 años, Lucía, quien a penas podía contener su emoción con su peluche de Mickey Mouse, recién ganado, mientras tiraba de la falda de su madre. "¡Al canguro, al canguro!", gritaba.

Una estampa muy similar a la que vivían Elena Román y su hija, Claudia, junto a los Coches de choque. "Claudia, ya nos hemos montado dos veces, ya no puedo más", insistía Elena. "No nos importa hacer el esfuerzo porque entendemos lo aburrido que puede ser para ella estar todo el día sentada en la caseta", comentaba. La situación se repetía a lo largo y ancho de la zona de atracciones, pero con variaciones. "A nosotros nos gusta este día y lo aprovechamos, porque luego se hacen mayores y les da vergüenza venir con nosotros a la feria", confesaba un padre a otro matrimonio.

Mientras, en las taquillas del Inverter, un grupo de adolescentes se retaban entre ellos para ver quien era capaz de subir a la atracción; un péndulo que, en lugar de oscilar de un lado a otro, llega a colocarse completamente del revés, hasta poner a los pasajeros boca abajo. Una de las opciones más populares en esta edición, a juzgar por la fila que se iba formando, junto con la atracción Alcatraz que, haciendo honor a su nombre, encierra a los pasajeros en celdas suspendidas que giran en el aire. 

"Creo que nuestro éxito se debe a que, antes de llegar nosotros a esta feria, hace 6 años, no había nada parecido", explicaba la taquillera. Un paseo dentro de las celdas de color verde costaba hoy 3 euros por persona, al igual que montar en los coches de choque, que normalmente tiene un precio de 4 euros la entrada. Una rebaja menos evidente que la del Mega Canguro, a 2 euros, a diferencia de los 5 que cuesta el ticket durante un día ordinario.

Rebajas desiguales

Cada feriante ha aumentado la rebaja según los beneficios con los que esperase compensar las jornadas de lluvia; como este martes, cuando un chaparrón continuado obligó a cubrir de plástico los asientos y algunas zonas más sensibles de las atracciones. Sin embargo, los feriantes tranquilizan al público. "Lo malo de la lluvia no son los problemas técnicos porque las atracciones están preparadas para aguantar estas situaciones. Lo malo es la falta de público", aseguraban desde la taquilla del Látigo y de los Coches de Choque. El espíritu general entre quienes dedican su vida a divertir al público a base de adrenalina era el mismo; el de la esperanza por hacer "una buena feria" pese a que "no veo mucha diferencia con respecto a los años anteriores", comentaban una y otra vez desde el interior de las taquillas. 

Pese a que el miércoles suele ser el día de recaudación más importante para este sector laboral, no todos los feriantes apoyan la medida. "A nosotros no nos parece bien porque ellos pueden cobrar menos y acortar los viajes, pero nosotros no podemos hacer esa rebaja y cortar los peluches por la mitad", se quejaba el dueño de un puesto de dardos. Frente a esto la taquillera del Mega Canguro le rebatía: "nosotros no acortamos los viajes, es igual que siempre".

Una variopinta estampa

Un eterno debate, alimentado junto con otras leyendas urbanas de Feria; como que es imposible ganar el premio gordo en el estand de la lotería o que los ganchos de las máquinas de peluches están trucados. Nada de ello importa. Cada feria, a la mayoría le resulta casi imposible resistirse a pisar la Calle del Infierno; aunque sea por impresionarla a ella, o a él, al ganar un llavero en las escopetillas; aunque sea por lograruna foto kitsch propia de videoclip de trap; aunque sea por hacer la gracia después de unas cuantas jarras de rebujito encima, antes de terminar con la hamburguesa de rigor en Uranga. Todo suma dentro de la variopinta estampa ferial. Un horizonte luminiscente, al que acudir como polillas bajo la guía de los recuerdos de infancia y las ilusiones de juventud. Otra forma de crear nuevos recuerdos.

"Una cosa te voy a decir, lo más valiente que he hecho en mi vida ha sido montarme en el XXL después de dos copas", admitía un joven con la cara pálida entre los aplausos de su grupo de amigos. "Yo me montaría mucho más en los cacharritos si siempre costasen así de baratos", respondía otro de ellos. Durante la tarde más soleada, en lo que va de Feria, Las Cataratas no han parado de subir a niños y mayores. Más adelante, cuando se ha puesto el sol, las atracciones de terror han empezado a ganar protagonismo. Entre los gritos, las risas y el bullicio se ha podido sacar la misma conclusión de siempre: una vez al año merece la pena dejar atrás las inhibiciones para sacar a relucir al niño interior o, al menos, enternecerse con la diversión de aquellos a quienes todavía les quedan años para experimentar la nostalgia.