La imagen de Mariano Rajoy ayer en el Elíseo --la convulsa agenda internacional le convirtió en el primer dirigente extranjero que recibe François Hollande-- era la del hidalgo español, empobrecido y a lomos de un deslustrado corcel, pero con el orgullo intacto. "A fecha de hoy, el Gobierno no tiene ningún interés y no desea utilizar fondos de la UE ni de otro organismo", sentenció el presidente, en alusión a la recapitalización de los bancos con dificultades, en cuanto su flamante homólogo francés mentó una eventual intervención del fondo de rescate europeo.

Ambos comparecieron ante la prensa tras un almuerzo en el que hicieron un esfuerzo de convergencia antes de acudir a la cumbre de Bruselas en tren (aunque cada uno por su lado) para dar ejemplo de austeridad. Rajoy y Hollande pusieron el acento en la necesidad de reforzar la banca e impulsar políticas de crecimiento para complementar el tratado de disciplina presupuestaria. Coincidieron también en la voluntad de que Grecia siga en la zona euro. "Haré todo lo que pueda para convencer a los griegos de quedarse en el euro, y a los europeos que tengan dudas sobre esta cuestión", dijo Hollande.

"No es suficiente mantener el pacto presupuestario; hay que impulsar políticas de crecimiento", subrayó el presidente español, en relación al tema estrella de Hollande, y que le ha convertido en la esperanza de la izquierda y los países ahogados por la deuda para torcer el brazo a las tesis rigoristas de la cancillera alemana, Angela Merkel.

Pero al margen de la sintonía sobre las grandes líneas, cada uno tiene sus prioridades, no siempre coincidentes. Mientras Rajoy, en la línea de Merkel, cree que para potenciar la economía y la competitividad deben hacerse "reformas estructurales" del mercado laboral, Hollande, cuya mayoría en el Parlamento depende de las legislativas del próximo mes, apuesta por grandes inversiones a nivel europeo. De apretarse el cinturón, no dijo ni mu.

Los eurobonos también son motivo de algún chirrido. Hollande apuesta por introducirlos en la agenda inmediata, y para Rajoy, deben plantearse una vez controlada la deuda, en el marco de una mayor integración económica y política, con "cesión de soberanía". Hollande prefirió obviar tan espinosa cuestión en periodo electoral.

Medida innecesaria

Los dos coinciden en tasar las transacciones financieras --Rajoy lo condiciona a una aplicación generalizada-- y en la necesidad de garantizar la liquidez, es decir, favorecer la intervención del Banco Central Europeo para que los países con dificultades no afronten unos tipos de interés desaforados. Pero de fondo de rescate Rajoy no quiso oír hablar. Sacando pecho para enviar un mensaje "claro e inteligible" a los mercados, dijo estar convencido de que la medida se demostrará innecesaria "cuando acabe el estudio que realizan analistas independientes".

Y como lo cortés no quita lo valiente, agradeció a Hollande su "buen recibimiento" y su voluntad de mantener la cooperación en materia de terrorismo impulsada por Sarkozy. Para finales de año, anunciaron una cumbre bilateral.