Un plus de confianza, tres puntos, alguna preocupación nueva, otras ya conocidas y la certeza de que este equipo da y dará todo lo que tiene para que le llegue a donde le tenga que llegar. Esas son algunas de las conclusiones que se sacaron ayer del nuevo examen de este Córdoba que aspira al ascenso, un equipo al que empiezan a sumársele las bajas por errores propios y ajenos y que, a pesar de todo, se echa esas preocupaciones a la espalda, se tira en brazos de una afición ávida de triunfos de tan pocos celebrados en los últimos meses (casi años) y, cuando el fútbol no da (porque no da) apura hasta el último recurso, el balón parado, para ganar por la mínima a la Ponferradina, un rival tan cándido que mereció en el último tramo del encuentro llevarse una derrota holgada. Los bercianos cumplieron a rajatabla lo que anunciaban en la previa: no son un visitante incómodo en este incipiente arranque liguero. Como en anteriores compromisos volvieron a perder por la mínima lejos de El Toralín y, como en anteriores compromisos, lo hicieron ante un adversario en inferioridad numérica.

Este Córdoba continúa teniendo mejores números que sensaciones, pero mientras éstas llegan, mientras que se arma de fútbol, las cifras están ahí. Igualado a puntos con el cuarto, a tres puntos del líder (al que visita la próxima jornada) y ese pensamiento positivo, obligado, de lo que será capaz si llega a construir juego algún día. Por lo pronto ha encadenado ya dos victorias consecutivas con la portería a cero y si la primera de ellas se logró percibiendo el mismo protagonista que a la contra vivía mejor, la segunda tuvo mucho de la primera.

Oltra repitió el once de La Romareda y el partido se vio atascado, espeso y falto de ritmo desde el inicio. Rascaba la retina lo que se contemplaba, más allá de esas arrancadas de furia e ímpetu de Florin Andone. El Córdoba se mostraba sobre el verde lento y previsible, lo que hacía fácil la tarea de los bercianos, que tan sólo debían estar atentos a esos individualismos que podían desequilibrar no el marcador, sino el tempo del partido. De Tomás lo probó y Pedro Ríos también, pero el primer gran susto de la tarde se lo llevó el conjunto de Oltra, con un pelotazo de Santamaría que botó entre los dos centrales blanquiverdes. Berrocal se aprovechó del fallo de uno y la indecisión de otro para quedarse solo ante Razak, al que intentó superar con una vaselina. El ghanés le adivinó la intención y evitó el gol visitante. La Ponferradina respondía a los tímidos acercamientos cordobesistas con otros con igual o mayor intención, por lo que hubo momentos de preocupación e incluso de duda en una afición que empujó tanto o más que el equipo.

Cuando el primer acto enfilaba su fin, el Córdoba encontró el camino para repetir lo de la semana anterior. Y la llave, en este caso, fue el balón parado, aunque con mismo protagonista. De nuevo Pedro Ríos aparecía para botar un saque de esquina con el que ponía el balón en la cabeza de Florin para que el rumano cruzara el esférico al segundo palo, inalcanzable para Santamaría. El escenario que pretendían los blanquiverdes estaba ya abierto después de unos primeros 45 minutos que dejaron las mismas dudas defensivas, sobre todo en los laterales, ausencia de construcción de juego e incapacidad para controlar el encuentro. Lo haría en un segundo acto en el que profundizó sobre el camino iniciado hace una semana en Zaragoza. De hecho, nada más salir, Florin ya peleaba un balón largo con Miquel, al que ganó la partida para forzar el córner tras una buena parada de Santamaría.

Los de Oltra se pertrecharon atrás para salir al contragolpe, dándole el balón a una Ponferradina que, simplemente, no sabía qué hacer con él. Entró Yuri, también Pablo Infante, incluso Casado por Camille para cambiar completamente la banda izquierda berciana, que era la que estaba haciendo sufrir a la diestra cordobesista. Pedro Ríos, de nuevo, fue el mejor amigo de Stankevicius, mientras que a Cisma no le iba mucho mejor con Acorán. Pero lo bueno de los locales es que a pesar de esa blandura por los flancos, conseguían cerrar bien por dentro y, paralelamente, la inocencia berciana jugaba a su favor.

Así, precisamente, el Córdoba creció. Al contragolpe, pero creció. Con uno menos por expulsión de Luso, pero creció. Los últimos 20 minutos fueron un neto contraste entre la foto fija que representaba la Ponferradina a la hora de mostrar una idea atacante y el 'travelling' del Córdoba, a cargo de Pedro Ríos, Florin Andone o De Tomás. Sin fruto, eso sí, porque tanto ellos como López Silva, en el tiempo de descuento, e incluso Rodas pudieron y merecieron hacer subir al marcador el segundo tanto local.

Y mucho en ese último tercio (sobre todo en esa parte) tuvo que ver un estadio que de tan necesitado de triunfos con cierta asiduidad, empuja al equipo como hacía tiempo que no se veía. Fútbol poco, pero este equipo sí que tiene garra, entrega, tensión y solidaridad. Y eso, de siempre, ha gustado a la grada de El Arcángel, que correspondió ayer respaldando a los suyos, sabedora de que a este Córdoba aún le queda mucho, que sufre atrás horrores y que sólo crea peligro si es con marcador a favor y pertrechado atrás. Precisamente por eso, porque esa grada lo sabe, sostuvo a este Córdoba que, mientras llegan las primeras evoluciones (que necesitará) le basta por ahora con la estrategia y con los suyos.