El Barça volvió ayer por la tarde a los entrenamientos con la tensión baja y las pilas cargadas hasta los topes. Es lo que tiene el descanso y, sobre todo, las vacaciones. Por cortas que sean. Pep Guardiola concedió tras la exhibición ante el Valencia dos días y medio de asueto a los jugadores, que llevaban un tute considerable sumando el agotador final de año, con el Mundial de Clubs de por medio, y el estresante enero y parte de febrero, con la disputa de la Copa, especialmente la durísima eliminatoria de cuartos de final ante el Madrid, y el regreso a la Champions, con el duelo ante el Leverkusen.

Por eso el técnico aprovechó la distensión que permitía esta semana, sin compromiso alguno y con solo el nuevo Atlético del Cholo Simeone aguardando el domingo en el Calderón, para soltar cuerda. Y los jugadores se agarraron a ella. Algunos más que otros, con permiso, eso sí, como Dani Alves, que ayer regresó a Barcelona tras cinco días en Sierra Nevada. No, no se fue esquiar, lo tiene prohibido por contrato, pero sí que se subió a un trineo en el parque de atracciones del complejo invernal y, sobre todo, desconectó.

UNA FE CIEGA "El míster no me quería ni ver en cinco días, me dijo que me fuera donde quisiera". Y Alves, que no podía jugar ante el Valencia por estar sancionado, cogió los cinco días y se fue, obedeciendo a un entrenador al que le tiene una fe ciega. "Si Guardiola me dice que suba a lo alto del Camp Nou y me tire, seguro que algo bueno habrá allí abajo", dijo la campaña pasada.

PARIS, LONDRES Y UDINE Otros miembros de la plantilla también aprovecharon el paréntesis concedido por el técnico para marchar lejos de Barcelona. Como Leo Messi, que estuvo en París junto a su novia. Cesc Fàbregas estuvo en Londres, junto a su amigo Rosicky, excompañero del Arsenal, y también se le vio el martes en la gran gala de los Brit Awards, los premios de la música británica, entregando el galardón al mejor artista revelación (Ed Sheeran) junto Nicole Scherzinger, cantante y exnovia de Lewis Hamilton.