El Córdoba se coloca antes de salir la elástica blanquiverde (o la cruz amarilla y negra) antes de salir al campo. Pero en ese ritual que se produce en un vestuario una hora antes del pitido inicial, los jugadores de Lucas Alcaraz, y el propio entrenador, se colocan un traje ignífugo. Saben que están jugando con fuego (y no hablo del calor a estas alturas del año). Ya lo hicieron en el último partido en casa ante el Nástic. Y ayer lo volvieron a hacer. El fuego quema a los demás, pero la vestimenta salvadora puede desgastarse.

Hasta el momento, la solidez en El Arcángel está valiendo para ver de lejos la zona de descenso. La afición blanquiverde se está acostumbrando al éxito y ya nadie recuerda los comienzos de otras temporadas, que obligaban a acudir al mercado invernal con prisa, con todo lo que ello conlleva. Este año se podría acudir a él, pero con otras premisas. ¿Deberá el club incrementar el nivel de la plantilla para apostar por objetivos mayores?