Viva el Tour de los locos. Vivan sus héroes. Vivan todos aquellos que convierten esta carrera en un festival hermoso, poético, enorme para el espectáculo deportivo. Vivan los gigantes de los Alpes, Oscar Pereiro y Carlos Sastre. Ver para creer. En un año catastrófico en el que parecía que el ciclismo español iba a ser enterrado en la miseria, un gallego y un abulense, en una jornada impresionante por los Alpes, con el Galibier, con la Croix de Fer y con una ascensión inédita a La Toussuire, se colocaron primero y segundo de la general. Lo que parecía un sueño, un espejismo, un par de días de gloria por un regalo que ahora parece incomprensible, empieza a ser una realidad. Solo quedan cuatro días para llegar a los Campos Elíseos de París y un ciclista español viste el jersey amarillo. Impresionante. Verlo para creerlo.

Pero, es que además, si se diera el caso de que Pereiro desfalleciera hoy en la Joux-Plane, el puerto más duro de cuantos se tenían que ascender este año, Sastre es el primero de la lista para relevarle al frente de la general. Hay que ponerse en pie cuando se nombra a Sastre porque fue él quien ejecutó a Floyd Landis con un ataque letal a 10 kilómetros de la meta de La Toussuire. Pereiro y su equipo, el Caisse d´Epargne, la herencia de Reynolds y Banesto, impusieron el castigo al ciclista estadounidense, y Sastre, como jefe de filas del CSC danés, fue el encargado de sentenciarle. Diez minutos perdió el estadounidense. "Ataqué porque vi que Landis iba mal. No me lo pensé dos veces", dijo Sastre.

Hasta ayer, pese al reluciente maillot amarillo que llevaba Landis y que quería conservar hasta París, el Tour no disponía de dueño. Hoy es distinto. Hoy, la ronda francesa tiene a dos gigantes al frente. Tal vez no sean aún los amos y señores de la general más enredada de los últimos años --todavía hay seis ciclistas a menos de cuatro minutos--, pero ayer ofrecieron un festival.

Si el ciclismo fuera como el fútbol, seguramente hoy los presidentes de muchos equipos ciclistas comenzarían a pedir dimisiones. Dijo Erik Breunink, director de Denis Menchov en el Rabobank, que dejaron escapar a Pereiro porque no creían que pudiera resistir en los Alpes. "Si sucede lo contrario, nos habremos equivocado". Pues, sí señor, cometieron un error monumental, sobre todo John Lelangue, el mánager del Phonak. No se puede ir contra las escrituras del Tour, que dicen que quien entrega el maillot amarillo, quien lo regala por razones tácticas, no lo vuelve a recuperar.

Ayer, la prenda volvió a su propietario, al ciclista al que un montón de equipos resucitaron, incluido el propio CSC de Sastre, que hoy sería líder si su escuadra hubiera forzado un poco más en la fuga de Montélimar. Le hicieron ver que tenía ante sí una oportunidad que no podía, que no iba a dejar escapar. Pereiro se encuentra en disposición de lograr en París la gesta que un día consiguieron Federico Martín Bahamontes, Luis Ocaña, Pedro Delgado --cuánto le debe-- y Miguel Induráin.

Pereiro y Sastre lograron ayer otra cosa mejor. Hoy, de nuevo, arderán los sofás de miles de hogares españoles. Gracias a ellos, la gente va a darse cuenta de que en Francia se sigue haciendo ciclismo de altura, el que protagonizan los corredores españoles.