Diario Córdoba

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Reportaje

Atrapados en el tiempo

La instalación para Flora en el C3A da una lección sobre la medición de las horas

Visitantes en el C3A observando el Reloj Botánico de Federico Guzmán. MANUEL MURILLO

Dentro de la programación del Festival Flora nos podemos topar con intervenciones como la de Federico Guzmán, Reloj botánico. Jardín de plantas equinocciales, ubicada en el C3A que más allá de la mera expresión artística de la instalación, que podrá parecer al espectador más o menos llamativa o sugerente, nos da una lección sobre el tiempo biológico, todo un calendario vivo que reconecta al visitante con la naturaleza. Esa es la fuerza y el peso de esta obra, un bancal circular de cultivo de plantas circadianas o equinocciales, es decir, que abren y cierran sus flores a intervalos regulares durante el día y la noche, a lo largo de su temporada de crecimiento.

En su libro Somnus plantarum (El sueño de las plantas) el botánico Carlos Linneo describió de manera poética cómo diferentes plantas se preparan para dormir durante la noche cerrando sus flores. Partiendo del Horologium Florae (reloj floral) ideado en 1748 por el botánico en Uppsala (Suecia), Guzmán ha concebido este reloj botánico para Flora. Este almanaque vital nos devuelve a los ciclos cronobiológicos de la naturaleza más allá de la manipulación del tiempo, en base a mecanismos y sistemas artificiales. Lo que interesa directamente es cómo se percibe, controla, explota, manipula, institucionaliza e internaliza el tiempo. "La política del tiempo es, en definitiva, una política de control" señala el artista.

Parte de las plantas equinocciales sembradas en el bancal. MANUEL MURILLO

El devenir del tiempo

Desde hace muchos siglos los hombres vivimos encadenados al tiempo lineal, una creación arbitraria y lineal que nos pone a todos de acuerdo sobre la manera de medirlo. En todas las culturas originarias el tiempo cíclico natural ha venido determinado por los movimientos del Sol y la Luna, que marcan a su vez los ciclos de los días, los meses y los años. En la antigüedad se utilizaban calendarios de 13 lunas y 28 días y celebraban el día adicional, que generalmente era el 25 de julio, con el día fuera de tiempo (cuando la estrella Sirio alcanzaba su punto más álgido). A toda esa esencia, a ese pasado, retrotrae la instalación de plantas equinocciales como el ciclamen, la violeta, el hibisco, la caléndula o la lantana, entre otras. Plantas que muchos tendremos cerca sin conocer todo lo que nos cuentan. Tal es el caso de Marta, que observa con curiosidad la variedad de los sombrados admitiendo desconocer la función temporal de los mismos.

Desde el Renacimiento, con la imposición del modelo heliocéntrico, el concepto determinista de tiempo lineal, según concibe Guzmán, se ha implantado específicamente "para desconectarnos de nuestra propia naturaleza y encadenarnos a un flujo manufacturado de tiempo evolutivo". Su Reloj botánico viene a ser un zasca a ese no comprender el tiempo cíclico natural "convirtiéndonos en víctimas de un sistema de control impuesto en base a una concepción materialista y determinista de la historia". "A bote pronto no imaginaba que el artista nos quisiera contar tanto a través de esta instalación", apunta Eduardo quien coincide con su amigo en que "venimos de ver otras instalaciones de Flora y esta nos ha parecido poco llamativa, pero la intencionalidad que tiene nos ha convencido como una de las favoritas".

Así pues, se trata de aprender de lo natural, lo cercano y lo cotidiano como parte esencial viva que fue de nosotros y que sigue ahí para enseñarnos otras realidades. A la obra de Federico Guzmán hay que aproximarse sabiendo que hay mucho más allá de lo que se ve a simple vista.

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