La guitarra flamenca de Juan Manuel Manuel Cañizares ha dialogado una vez más con la Orquesta de Córdoba, con quien mantiene una fructífera relación, en el estreno absoluto del Concierto Mozárabe, una pieza encargada por la organización del Festival de la Guitarra al maestro de las cuerdas con motivo de su 40 aniversario y que ha servido para dar inicio la noche de este jueves al evento cultural más importante de la ciudad.

Los espectadores han podido disfrutar de un bello concierto en el que se exalta a Andalucía, al flamenco y a la música sinfónica española, además de notar desde los primeros acordes la excelente armonía que reina entre el guitarrista y la formación orquestal cordobesa, la única que ha interpretado hasta ahora los dos conciertos para guitarra y orquesta compuestos por Cañizares, de ahí la especial significación de que sea a esta orquesta a quien haya correspondido estrenar junto al artista este Concierto Mozárabe.

Por otro lado, para Cañizares ha sido especialmente significativo que dicho estreno tenga lugar en Córdoba, ciudad que durante siglos ha sido crisol y síntesis armónica de las culturas romana, cristiana, judía y árabe. Estas diversas sensibilidades, convertidas en música, junto con el sentir flamenco, que late en cada rincón de la ciudad, se han visto fielmente reflejadas en los tres movimientos que conforman esta pieza, que bebe de la música árabe y los cantos mozárabes, sobre todo en el segundo movimiento, todo ello pasado por el tamiz de la personalidad musical del guitarrista.

El guitarrista, Juan Manuel Manuel Cañizares, durante el concierto. FRANCISCO GONZÁLEZ

La Orquesta de Córdoba, bajo la batuta de su director titular, Carlos Domínguez-Nieto, ha abierto en solitario la primera parte del programa con la hermosa Pavana nº 50, de Gabriel Fauré, y con la Pavana para una infanta difunta, de M. Ravel, en la segunda parte. Para finalizar, y acompañando por vez primera al recientemente creado Cuarteto de Guitarras de Andalucía, interpretó el Concierto andaluz de Joaquín Rodrigo, una obra difícil de encontrar y escuchar en las salas de conciertos, entre otras cosas, porque está escrita para cuatro guitarras y orquesta. De hecho, es la primera vez que se interpreta en Córdoba esta pieza, que el maestro Rodrigo compuso en los años sesenta para el Cuarteto de los Romeros, cuatro guitarristas que hicieron gran carrera en EEUU.

Como la mayoría de las piezas de este compositor, esta obra tiene un sabor español, enfatizando la música andaluza, llena de luz, con un movimiento central que recuerda al Adagio del Concierto de Aranjuez y ha provocado el instante más íntimo de la actuación, que tuvo sus momentos de lucimiento para las cuatro guitarras, que también dialogaron fluidamente con la Orquesta.