La tercera de las charlas sobre el pasado histórico de Córdoba que se celebró ayer fue la que clausuró el ciclo sobre el paso de Carlos V por Córdoba, unas jornadas que según la catedrática de Historia, Soledad Gómez, han sido un éxito no solo de público sino de contenido, por lo que la aspiración del Archivo Municipal y de la propia Gómez sería conseguir financiación para profundizar en la transferencia del conocimiento adquirido.

Una única visita del emperador Carlos I de España y V de Alemania, cinco días en Córdoba, han dado de sí para analizar unos 60 años de historia en los que tiene lugar «un cambio en todos los sentidos, tanto religioso con la fractura protestante que se estaba fraguando como económico, geográfico o de mentalidad».

Describe la historiadora a la población que habitaba Córdoba en 1526, en un periodo inmediatamente posterior a la expulsión de los árabes, como «una sociedad centrada en la actividad agraria, con escasa presencia de artesanos, desconcertada por los cambios religiosos que se producían en Alemania, de tierra adentro, muy cerrada, muy apegada a las tradiciones y supersticiones e iletrada en general».

Y ahora, la pregunta del millón: ¿La Córdoba que encontró Carlos V en su camino hacia Granada era más romana o más árabe? Soledad Gómez sentencia que «era una cosa y la otra», que «no se pueden separar esos dos sedimentos» porque «cuando se decreta la expulsión de los judíos y la de los musulmanes, la mayoría de judíos y de musulmanes se convierten» (o hacen como que se convierten), pero «el territorio se sigue judeizando e islamizando por esa influencia latente. «El pasado romano y árabe de Córdoba es indivisible, se mezcla», afirma la estudiosa, lo cual es cierto, si bien el propio Carlos V criticó el afán de la Iglesia por borrar el pasado musulmán inmortalizado en la Mezquita de Córdoba: «Habéis destruido lo que era único», dicen que dijo el emperador.