VIII FESTIVAL DE PIANO ´RAFAEL OROZCO´

Intérprete: Joaquín Achúcarro (piano).

Lugar: Gran Teatro.

Día: Viernes, 20 de noviembre.

Aunque no era la primera vez que Joaquín Achúcarro tocaba en Córdoba, pues en 1996 fue solista con la Orquesta de Castilla y León (¡vaya maravilla de Rapsodia sobre un tema de Paganini !), su presencia estelar ahora en el Festival de Piano Rafael Orozco ha constituido un acontecimiento que se recordará mucho tiempo. Y es que ante un maestro de maestros (muchos discípulos suyos son hoy acreditados concertistas por el mundo), el hecho del concierto toma una dimensión especial: no solo admiramos al eximio intérprete, sino que apreciamos cómo ese flujo magistral confiere a su pianismo una noble trascendencia y un sentido de la historia. Lo que fluye de las manos del maestro es la música pensada, asentada en el quehacer de una carrera triunfal y definitivamente interiorizada hasta haberla hecho suya. Por eso las versiones de Chopin y Albéniz que Achúcarro nos regaló estaban llenas de matices, de claroscuros, como mosaicos en los que el todo está muy por encima de las partes.

Chopin ocupó la primera parte: la Fantasía-impromptu bastó para recordarnos que estábamos en una velada muy especial; luego, la interpretación de la colosal Sonata op.58 , madurada hasta extremos impensables, dejó claro por qué Achúcarro ha sido aclamado en los cinco continentes: por ser un artistazo de los pies a la cabeza, con un pianismo sólido e inteligente, y una musicalidad veraz y con extraordinario poder de comunicación. Solo por la sublime interpretación del bellísimo Largo central hubiera merecido la pena estar allí. Pero era todo: la construcción de la obra en su conjunto, la claridad expositiva, unos fraseos de ensueño, el sonido... Definitivamente, magistral.

Tras el descanso, el egregio intérprete de Ravel nos recreó un Albéniz con tintes impresionistas pero marcadamente español. Así, las coplas cantadas por el bilbaíno rezuman hondura y elegancia, mientras del piano surgen las más bellas sonoridades. La poesía de Evocación , la alegría de El Puerto o lo jondo de El Albaicín son retratadas por Achúcarro como postales de una España que ya no volveremos a ver, como decía Falla. Mientras en el delicioso Tango versionado por Leopold Godovsky saboreamos esa Cuba tan cercana y querida, o en Navarra se nos aparece el pianismo grande y la musicalidad generosa del artista vasco. ¡Qué noche! Emocionado, en pie aclamando al artista, el público se encuentra con cuatro propinas que saben a gloria: el Nocturno para la mano izquierda de Scriabin (uno de lo bises favoritos de Achúcarro, que lo borda como nadie), el célebre Preludio op.3 nº.2 de Rachmaninov, el Vals nº.14 de Chopin y el dificilísimo Preludio op.28 nº.16 de Chopin, con que el maestro corona una noche memorable de verdad.