´UN DIOS SALVAJE´

Autora: Yasmina Reza.

Versión española: Jordi Galcerán.

Intérpretes: Aitana Sánchez-Gijón, Maribel Verdú, Pere Ponce y Antonio Molero.

Dirección: Tamzin Townsend.

El aforo del Gran Teatro de Córdoba a rebosar de público, prácticamente lleno total, y me dicen las informaciones que ya no quedaban entradas para la función de ayer.

Eso es bueno porque tenemos la sensación de que el teatro sigue interesando en nuestra ciudad.

También es cierto que deberíamos analizar si esta llamada al público se produce por los nombres que encabezan las carteleras. Pero eso tampoco es malo.

En lo que se refiere al espectáculo al que tuvimos oportunidad de asistir, la realidad es que, en los corrillos que se forman a la salida, el sentir era casi unánime: a los espectadores les ha encantado la representación, se iban a sus casas o a tomar algo con un buen sabor de boca. Y eso es de agradecer ya que en la transmisión oral podemos encontrar que la afición al teatro crezca.

La obra teatral de Yasmina Reza, Un dios salvaje , es una de esas obras teatrales que me hubiera gustado leer antes de verla representada.

Me explico. La trama gira alrededor de la condición humana y todo lo positivo y negativo que hay dentro de la persona.

Un hecho anecdótico, la pelea de dos adolescentes, arranca toda una serie de maldades, crueldad, falta de compasión que, expuestos de esta manera deberían desembocar en un drama para el espectador.

Sin embargo, sobre el escenario, salvando un pequeño tiempo de introducción, Townsend, la directora, lleva a los personajes a diluir el aspecto dramático en base a una comicidad muy presente tanto en lo gestual como en las voces, timbres y tonos de los protagonistas.

Es indudable que la obra, tal como se nos presenta, es divertida y hace que el espectador pase un buen rato.

La interpretación, con estos roles que les corresponden, raya a gran altura, y es de destacar la cantidad de registros de los que hacen gala tanto Maribel como Aitana, sin menospreciar el trabajo de los actores masculinos. Pero nos queda eso: la sensación de estar ante una comedia pura en lugar de ante una comedia dramática.

Los elementos que utilizan los actores que intervienen en esta obra son los mínimos: un sofá, un sillón y una silla; una mesita de centro y una serie de libros más dos jarrones con flores es lo que necesitan. No debe haber más.

La escenografía es eminentemente decorativa, no aporta nada especial a la puesta en escena, rellena el fondo y puede dar una sensación como de espacio neutro aunque grato al ojo del espectador.

Creo, sin embargo, que por su diseño curvo y sinuoso en aras de romper la monotonía que podrían aportar unas paredes de corte rectilíneo, es la responsable de que en muchos momentos de la representación, y sobre todo al principio, en el arranque de la obra, absorba el sonido y se pierda el texto.

Simplemente no se oyen, o al menos muy poco, a los actores.

En resumen: una excelente interpretación con una buena dirección como comedia, en la que se deja notar que todos se han divertido en los ensayos y que lo siguen haciendo sobre el escenario.