De pequeños, con la finalidad de recortar al máximo cualquier tipo de travesura de la época que nos había tocado vivir, nos amenazaban con que vendría el tío del saco y nos llevaría a un lugar recóndito y desconocido. Yo siempre me imaginaba a este señor cargado con un raído talego en el que podría, en cualquier momento que me pillara desprevenida, introducir mi diminuto cuerpo y que me llevaría hacia un espacio oscuro del que no podría regresar nunca jamás.

Nuestra vida está llena de miedos que nos pueden llevar a estados de ansiedad insospechados, aunque ahora, de mayores, las causas sean distintas a las de nuestra añorada infancia. Nos pueden venir anunciados por mortíferos virus amenazando invadir nuestro indefenso cuerpo, por escandalosas subidas de facturas que no podemos pagar, miedos a estar nadando, a contracorriente, en un mundo descontrolado que no acabamos de entender y de asimilar. Muy mal nos hemos tenido que portar para llegar a este extremo. Pues, seamos «niños buenos», quizá podamos vencer nuestros miedos. Y, ya se suele decir, miedo, aquel que tú te quieras tomar.