Juana Vázquez ha ido transitando por las letras, por la investigación, por la enseñanza. Especialista en el siglo XVIII, al que dedicó su tesis sobre el costumbrismo en Madrid, Juana es también narradora y poeta, quizá en todas las facetas de su creación late una mujer que vive el instante, que sabe que la vida es un pensamiento, un paseo, una voz o un eco. Ahora llega Voz de niebla , editado en Ars Poética, donde late el mismo deseo de una mujer que ha convertido su vida en un espejo donde las palabras anidan, como si fueran hilos que trenzan el paisaje del recuerdo. Vive y respira en Juana el aroma del tiempo, la calidez de los días, el abrazo no dado, la boca no besada pero también el labio acariciado en la premura de la noche. En uno de los poemas, dice: «Que calle ya la música de esta eternidad/que me borra el camino diario/y los pasos se hacen inseguros/en los símbolos ciegos/donde aumenta mi angustia».

Como si volviera ese vacío existencial que nos ata al abismo, en Juana canta un mundo de pasos inseguros y de caminos borrados, la luz no se extingue del todo porque queda una llama que la mantiene viva, pero siempre hay una extrañeza en el ser, un ensimismamiento en el hecho de vivir.

La mujer que navega en otro ser, aun viviendo en un cuerpo transita en otro, como si se desdoblase: «Estoy dormida en un lugar siniestro/pues no sé/donde se guardan la luz/ni los valles que florecen en invierno». En Juana el invierno ha estado siempre presente, no solo en el título de una de sus novelas Personajes de invierno , sino también en el interior, como si el paisaje del verano se retirase y todo se llenase de hojas caídas en un parque. La inseguridad, el no saber, late en sus versos. La mujer cansada, que ya lleva tiempo soportando el hilo de los afectos, los besos no dados, los cuerpos no transitados con las manos al tocar, canta en este verso el peso del tiempo: «Hoy estoy cansada de tener que zurcir/la vida todos los días con hilo negro».

Pero sobre todo en este libro es la mujer que teje palabras en busca del origen del tiempo, de la voz del inaccesible, de una Voz de niebla donde se desdibuja la vida antes de la vida. Su voz busca la primitiva luz del amanecer escrito en la primera página del Universo, el antes de que sucediera todo lo sucedido, de un tiempo que no fuera vertical mudez, de una Voz a estrenar, pues la existencia se hace oscura cuando la felicidad es de cartón y piedra, y la vida una quimera que al estallar, ni siquiera es plenitud del instante.

Y es que la creación es un asunto donde a veces los versos caen en el vacío o en la página en blanco. Esta Voz de niebla es también la voz que se disipa, que se hace eco en el olvido, pero, a veces, Juana canta a la vida, aunque esta conlleve pérdidas y fracasos. Un nuevo hilo que trenza con el ovillo de la esperanza para que la luz haga desaparecer este río de sombra que es la vida sin referentes.