Treinta y tres años después de su muerte en la localidad granadina de Loja, donde vivió cerca de setenta años, Cabra ha recuperado y ha rendido un merecido homenaje y reconocimiento a quien fuera uno de sus hijos ilustres, el artista y escultor Antonio Maíz Castro (1906-1990). Un tributo a su vida y obra que, a iniciativa del colectivo Cabra en el Recuerdo y con la colaboración y el apoyo de los consistorios lojeño y egabrense y la familia y amigos del artista, que nunca perdió sus vínculos con su localidad natal, ha dado sus frutos tras unos dos años y medio de arduos trabajos de investigación con la exposición de fotografías de algunas de sus obras --varias de estas nunca expuestas por encontrarse en manos de particulares--.
La exposición ha podido verse a lo largo de una semana en la sala de la Casa de la Cultura y por ella han pasado cientos de personas. Abrió con la presencia de los alcaldes de Cabra y de Loja, Fernando Priego y Francisco Joaquín Camacho, respectivamente, junto a algunos miembros de sus corporaciones, y el descubrimiento en la escalera de la Biblioteca Municipal Juan Soca de un relieve que Maíz Castro, hijo adoptivo de Loja, hizo en su día al bibliotecario que dio nombre a la misma. También se presentó en el Museo Arqueológico Municipal un libro sobre su vida y obra realizado por María Pilar Mortes Arjona, miembro del equipo JAL de Cabra en el Recuerdo.
La muestra, que como señalaba a este periódico Rafael Luna, promotor de Cabra en el Recuerdo, se espera poder llevarla próximamente a Loja con la colaboración de su consistorio, se vio complementada con una serie de visitas guiadas dirigidas a escolares y a algunos colectivos a través del programa didáctico Aula Viva, para así dar mayor difusión a la vida y obra de este egabrense.
Antonio Maíz Castro nació en Cabra en 1906, donde siendo un niño comenzó a modelar sus primeras obras en barro. Al comenzar la Guerra Civil en 1936 se trasladó a la localidad de Loja, donde trabajó como jornalero y a veces, esculpiendo lápidas. Más tarde, en los primeros años de la década de los 50 del pasado siglo, creó una Escuela de Arte y en 1980 el Consistorio lojeño lo nombró Hijo Adoptivo.
Su obra, muy variada y repartida por toda España, destaca tanto por esculturas de personajes y políticos madrileños de finales del siglo XIX y principios del XX como por figuras locales de Cabra, Loja y Lucena, además de otras de temática religiosa y de imaginería.