Reportaje

Ventanas que se abren cuando se cierran puertas

Gema, Joana, Javier, David y Yara salen adelante en un mercado laboral que no lo pone fácil a las mujeres, los jóvenes, las personas con discapacidad, los mayores de 45 años y los migrantes

Gema Gallegos, Yara Álvarez y David Speight

Gema Gallegos, Yara Álvarez y David Speight / Víctor Castro

Pilar Cobos

Pilar Cobos

Gema Gallegos está «muy contenta» porque «se me ha abierto una puerta y estoy trabajando». Después de un año buscando una oportunidad, hace dos meses entró en un supermercado y ahora está «más tranquila en muchos aspectos», apunta sobre los beneficios del trabajo. Esta cordobesa cumple dos de las características que definen a los colectivos de atención prioritaria para la política de empleo, es mujer y tiene 45 años de edad. También lo son las personas extranjeras y aquellas que tienen una discapacidad, y los jóvenes.

En muchas ocasiones, las entidades sociales promueven la inserción laboral de estos trabajadores, asesorándoles y facilitándoles formación. Para Gema, esta ayuda ha procedido de Cruz Roja. Hace dos décadas que trabajó en supermercados y también se ha empleado en la limpieza. En la actualidad, está ilusionada ante la posibilidad de acceder a un contrato indefinido en su nuevo empleo.

Gema Gallegos.

Gema Gallegos. / Víctor Castro

Como ella, Johana Calderón, oriunda de Ecuador, acaba de encontrar una oportunidad como camarera de piso en un hotel. Para ello, se ha formado con CCOO y confía en que esta nueva ocupación tenga futuro, dado el auge del turismo en la ciudad. Johana tiene 42 años y es madre de tres hijos. Reside en España desde hace 23 años y en este tiempo ha desarrollado diferentes actividades como la de ayudante de cocina y la limpieza.

Al ser preguntada por su nuevo trabajo, asegura que «cuando me llamaron, me puse contentísima», y valora que esta ocupación le permite conciliar la vida profesional y la familiar. En su opinión, «es muy difícil encontrar trabajo con la situación como está».

Jóvenes y preparados

En cuanto a la situación entre los jóvenes, la experiencia de Yara Álvarez, de 31 años de edad, sobresale, además, por ser un ejemplo de integración de personas con discapacidad en el mercado laboral. Solo ha tenido dos empleos diferentes desde que se graduó como trabajadora y educadora social (también tiene un máster). El primero, en los servicios sociales de una zona rural de Córdoba y el segundo, en Fepamic (la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad), donde trabaja en el área de proyectos sociales, con un puesto adaptado para responder a su discapacidad, que consiste, según explica, en una diferencia de fuerza en la parte izquierda de su cuerpo. Junto a sus compañeros, busca financiación y subvenciones. «Lo que más me gusta es cuando te dan una subvención para contratar personal, ayuda para la compra de material para terapias infantiles… Los servicios se pueden desarrollar y se dirigen a personas con discapacidad, y eso te anima mucho a seguir trabajando», asegura.

Yara Álvarez

Yara Álvarez / Víctor Castro

El caso de Javier (nombre ficticio de la persona que facilita el testimonio) es diferente. A sus 26 años de edad, ha abandonado un puesto indefinido en una empresa para terminar su segunda carrera. Así, tras estudiar Diseño y fabricación industrial, que le convalidaron por la FP de Diseño y fabricación mecánica, inició unas prácticas que derivaron en una oportunidad laboral en el sector de la automoción. Sin embargo, pronto advirtió que con su formación «no podía ser más que delineante de primera. Vi que valía para el puesto de ingeniero y pensé en acabar Ingeniería mecánica para seguir adelante», explica.

En términos similares, David Speight, de 27 años de edad, afirma que, después de pasar  por sectores como la agricultura, la hostelería y la impresión 3D, ha encontrado su vocación en la joyería.

David Speight.

David Speight. / Víctor Castro

Estudió un ciclo superior de Arquitectura efímera y se formó en impresión 3D. Al analizar su recorrido, una orientadora de Adsam le recomendó estudiar en la Escuela de Joyería, donde estudia joyería artesanal, «muy relacionado con la platería cordobesa y con el diseño. Creo que me viene como anillo al dedo», afirma con simpatía. «El profesorado es genial y la experiencia está siendo muy positiva. No me esperaba que me fuese a gustar tanto», añade.

Este joven ha trabajado en España, Inglaterra, Francia e Irlanda, pero solo tiene ocho meses cotizados, lo que «me inspira una visión un tanto pesimista. Gracias a la joyería, le estoy viendo un fin», afirma.

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