ENTREVISTA | José Castro Juez y autor de 'El ajedrez de siete piezas'

"La Constitución no fue el cuerpo jurídico ideal y perfecto que debe de continuar"

José Castro, ayer en Córdoba.

José Castro, ayer en Córdoba. / VÍCTOR CASTRO

Cristina Ramírez

Cristina Ramírez

El juez José Castro (Córdoba, 1947), conocido por la instrucción del caso Nóos, que sentó en el banquillo de los acusados a Iñaki Urdangarín y la infanta Cristina. Ahora, ya jubilado, y tras publicar el libro autobiográfico Barrotes retorcidos se adentra en el mundo de la novela remontándose a la creación de la Constitución española y sus entresijos con El ajedrez de siete piezas que hoy presenta en el Real Círculo de la Amistad de Córdoba, a las 20.00 horas. Tras más de medio siglo fuera de su ciudad natal, vuelve regocijado en la «delicia» que supone para él pasear de noche por sus calles. Ha viajado con billete de ida pero no de vuelta. 

En su primera novela evoca a los padres de la Constitución española. ¿Qué mensaje quiere transmitir con ella? 

Es una especie de reflexión. El libro termina el seis de diciembre de 1978, han pasado 45 años y es un examen de conciencia después de ese tiempo sobre si lo que votamos fue lo correcto, si votaríamos lo mismo que se votó entonces. Yo creo que ese sería un resumen de lo que pretende el libro. Luego, novelo diálogos, que no es que yo estuviera allí para saber que es lo que realmente se habló. De esas reuniones conocemos el resultado que fue un borrador de un texto constitucional. Pero los diálogos, los debates, los enfrentamientos son pura invención. A cada uno le adjudico el diálogo, las frases que yo pienso que podría haber pronunciado teniendo en cuenta su ideología política, social, ideas religiosas, etcétera. Las novelas son inventadas. 

Pero ésta tiene su parte de realidad.

Bueno, sí. Haya una base histórica indudable que es que en agosto de 1977 siete señores con tres asesores se reúnen. De ahí viene lo de El ajedrez de siete piezas, fueron siete personas y yo hago un símil de que se pusieron a jugar al ajedrez. Es complicado que siete personas puedan jugar al ajedrez al mismo tiempo y en un mismo tablero.

¿Trata de plasmar que incluso en el texto constitucional hay errores judiciales?

Muchos, hay muchos errores. El texto constitucional fue un texto transaccionado, pactado, no por los siete que estuvieron en el parador nacional de Gredos sino por los grupos parlamentarios a los que representaban, por la sociedad en general que pactó una transición -que en aquel entonces vio sus frutos y nos ahorró algún que otro disgusto de personas que querían que sobreviviera el régimen que habíamos tenido durante 40 años-. Pero ahora, trascurridos 45 años vemos que la Constitución no fue el cuerpo jurídico ideal y perfecto que debe de continuar. La Constitución hay que modificarla y algunas de las modificaciones son complicadas porque el mecanismo de reforma en según que materias es muy complejo. Se hace casi imposible. Habría que pactar también la reforma igual que se ha pactado con el artículo 49. Pero dudo que pueda llegarse a un acuerdo.

¿Qué cambios haría en el texto?

Por supuesto habría que preguntarle al pueblo, como antecedente, qué forma de estado quiere. Hay que preguntarle al pueblo si quiere monarquía o república, qué modalidades. En fin, hay que conocer la opinión del pueblo porque digan lo que digan el pueblo directamente sobre eso nunca ha opinado. Indirectamente, se dice que al votar la Constitución votó monarquía, pero eso no es exactamente así.

¿Cree que se debería de preguntar, igualmente, pasados otros 45 años?

Para mí, cualquier texto constitucional tiene que ser algo vivo. Por ejemplo, los que todavía no han llegado a los 63 años hoy, nunca votaron la Constitución, ni a favor ni en contra, nunca se le ofreció esa posibilidad porque hace 45 años no tenían edad para votar y, por tanto, desconocemos que es lo que opinan sobre la Constitución. Hay un colectivo muy numeroso y no digo yo que cada fin de semana haya que hacer un referéndum, pero que se haga cada 40 o 50 años y se aproveche para cambiar lo que haya quedado obsoleto no me parece ninguna tontería. Habría que cambiar la postergación de la mujer respecto del hombre en la sucesión de la monarquía. Si es que tenemos que tener monarquía, que a mi entender, optaría por no. Pero si tenemos que tenerla, lo que no puede ser es que la mujer quede precedida en favor del hombre. Eso, hoy día, no tiene sentido ninguno. También la inviolabilidad. Para que un juez pueda procesar a un diputado, a un senador, por actos personalísimos, tenga que pedir un suplicatorio a la cámara. Y los aforamientos, la inviolabilidad del rey, también. Todo eso ataca directamente el artículo 14 que dice que todos somos iguales. ¿Cómo somos iguales, con tantas excepciones? Somos iguales usted y yo, pero poco más. Por ejemplo, dice: todos los ciudadanos están obligados a comparecer como testigo cuando fueran llamados, pero se exceptúa (pum) el rey, la reina, el príncipe y los demás miembros pueden declarar por escrito. ¿Cómo se come recibir la declaración por escrito de alguien?. Eso es inviable porque la posibilidad de repreguntar se pierde. 

En ese sentido, ¿cómo califica la ley de amnistía que hay actualmente sobre la mesa?

La ley de amnistía está en un paquete de acuerdos con Junts y con Esquerra (Republicana) que ha merecido muchas críticas, por un lado y por otro, hasta dentro de las filas socialistas. Pero hay una cosa que tiene que quedar al margen de esas críticas y es si la amnistía es o no constitucional. En un momento se dice que no, luego se dice que sí, ahora parece ser Feijóo dice que es constitucional, porque incluso se la propuso a Junts. En fin, al final el que tendrá que decidirlo es el Tribunal Constitucional y mientras tanto son opiniones. La mía es una de ellas que lo que dice es que es constitucional porque en ningún momento lo prohíbe la Constitución. Y todo lo que no está prohibido en una democracia, está permitido.

Es usted especialmente conocido por el caso Nóos. ¿Considera que se hizo justicia con el mismo?

El caso Nóos marcó un hito por el tema de las personas que estaban involucradas. Estaba involucrado el señor Urdangarín y su esposa. Para mí, su esposa estaba involucrada. Luego otros jueces no lo han entendido así. ¿Cómo le voy a decir que no se hizo justicia? Hay una sentencia firme y esa sentencia va a misa. Ahora, como sentencia, es criticable y yo, por supuesto, no estoy de acuerdo con esa sentencia. Ahora, que no se venda que la infanta fue absuelta porque eso lo fue en parte, de esos delitos contra la Hacienda pública, pero fue condenada como participe a título lucrativo. Lo que ocurre es que para la infanta, la palabra condena se erradicó de la sentencia, no así para los demás. Se eliminó la palabra condena y se sustituyó por una más edulcorada que era "responderán".

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