REPORTAJE

El saber ocupa lugar y pesa toneladas

La Biblioteca del Estado maneja un fondo histórico con 15.000 ejemplares, algunos de ellos joyas bibliográficas e incunables

Rafael Verdú

Rafael Verdú

Los monjes dominicos tienen la culpa de que la Biblioteca del Estado de Córdoba disponga de tesoros bibliográficos como casi ningún otro centro del mismo tipo en el país. Durante la Edad Media y hasta las desamortizaciones de la primera mitad del siglo XIX, los conventos fueron los almacenes del saber, cuando aún no existían bibliotecas públicas ni academias. En Córdoba, ese papel lo ejercía el convento dominico de San Pablo, en lo que hoy es la manzana del mismo nombre que ocupan Orive, la iglesia del mismo nombre, el callejón del Galápago o la Delegación de Cultura

Era un cenobio «potentísimo», en la descripción de Francisco del Río, director de la Biblioteca del Estado, cuyos monjes tenían «los libros de los saberes del momento». Con los procesos de desamortización, todos esos ejemplares pasaron al Estado.

Bibliotecas estatales

En la mayoría de las grandes ciudades españolas de principios del Novecientos, las bibliotecas clericales terminaron en las universidades. Donde no había, como era el caso de Córdoba, se crearon bibliotecas para albergarlos. La nuestra abrió sus puertas en 1850 y casi siempre estuvo en el mismo sitio, donde hoy se encuentra la Delegación de Cultura. Tras un breve paréntesis en la Posada del Potro, definitivamente se ubicó en 1984 en la calle Amador de los Ríos. Hasta hoy. 

Por eso la Biblioteca del Estado de Córdoba (biblioteca provincial) tiene «el más importante fondo de las bibliotecas históricas», según Del Río. Son unos 15.000 ejemplares impresos hasta 1900 que ocupan una enorme sala en condiciones reguladas de humedad y temperatura, en estanterías correderas que soportan 1.500 kilos por metro lineal. Es como aparcar un coche en un espacio para bicicletas. El saber no sólo ocupa lugar, sino que también pesa mucho. 

Entre las joyas bibliográficas de la Biblioteca del Estado Francisco del Río muestra con orgullo dos ejemplares únicos. Uno es la Cosmographia de Tolomeo, un libro del siglo I que ha sido copiado infinidad de veces. Se trata de un ejemplar precioso, con 27 mapas completos (algunos a doble página) coloreados que muestran cómo veían el mundo los cartógrafos romanos. El tomo que conserva la Biblioteca del Estado en Córdoba fue impreso en 1486 en Ulm (Alemania). O sea, es un incunable. Y sólo existen tres en España. Uno de ellos fue expoliado y exfoliado en la Biblioteca Nacional por un ladrón que arrancó las láminas más valiosas para venderlas en el mercado negro, en un caso muy sonado que se dio a conocer en 2007.

Un operario retira libros empaquetados de las estanterías semivacías en Amador de los Ríos.

Un operario de Grupo Amygo retira libros empaquetados de las estanterías semivacías en Amador de los Ríos. / MANUEL MURILLO

La ‘Chronica Hispaniae’

El segundo libro es un manuscrito original de entre 1260 y 1270 de la Chronica Hispaniae del arzobispo de Toledo Diego Jiménez de Rada, que fue regalada en algún momento a un obispo cordobés. Puede ser considerada como la primera Historia de España y el ejemplar cordobés, aunque tiene una encuadernación moderna, se encuentra en muy buen estado. 

Una curiosidad de este centro es que durante décadas fue el depósito legal para cualquier cosa impresa en Córdoba. Desde 1953, las imprentas estaban obligadas a realizar ese trámite -eran más fáciles de controlar por el franquismo que las editoriales-, que implicaba entregar un ejemplar de cualquier cosa impresa para que constara su existencia.

En los años 80 y 90, en Córdoba hubo una potente imprenta que publicaba para editoriales foráneas, de modo que la casa terminó como depositaria de infolios escritos por Rafaela Carrá, Johan Cruyff o colecciones completas de Dónde está Wally. Todo muy cordobés. «Eso no tenía sentido», declara Del Río. Mientras Almuzara, una editorial cordobesa, tenía que entregar sus copias en Jaén. Hace pocos años alguien se dio cuenta del disparate y la norma se cambió para que sean los editores quienes realicen el depósito legal, no las imprentas.

Detalle de la ‘Chronica Hispaniae’, manuscrito del siglo XIII.

Detalle de la ‘Chronica Hispaniae’, manuscrito del siglo XIII. / MANUEL MURILLO

La sala de lectura de la Biblioteca del Estado, que seguirá abierta hasta el mismo día 22, es hoy refugio de estudiantes y opositores. Y también de un grupo, pequeño pero fiel, de lectores de periódico que prefieren el diario en papel, ya desaparecido o casi de los bares. Allí tienen lectura para rato, si gustan de los ejemplares antiguos. Sólo de Diario CÓRDOBA se encuadernan cada año 24 tomos, a razón de dos al mes con todos los ejemplares diarios. Y así desde 1941, el tiempo que lleva esta cabecera publicándose sin interrupciones. Salen casi 2.000 libros, algunos de ellos de cuando el periódico se editaba en formato sábana. 

Hogaño se prefiere el móvil al papel, pero no es lo mismo ver en la pantalla un mapa tolemaico de la Hispania romana, aunque sea una copia del siglo XV, que tenerlo entre tus manos. Para eso hay que ir a la Biblioteca del Estado, esté donde esté. 

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