Crónica

Black Friday, o cómo sobrevivir en un agujero negro

La calle Gondomar es el epítome de la moda de los descuentos previos a la Navidad

Una tienda del centro de Córdoba durante la jornada del Black Friday.

Una tienda del centro de Córdoba durante la jornada del Black Friday. / Antonio Jesús González

El Black Friday no es un "viernes negro", su traducción literal del inglés, sino un agujero negro que, como una estrella masiva que implosiona, engulle todo lo que pasa a su alrededor. Prácticamente, no hay comercio en Córdoba que no haya sucumbido ya a la moda importada de EEUU, donde todo se compra y se vende, con o sin descuento. El Black Friday ha distorsionado los hábitos de consumo y si antes se compraban los regalos de Navidad casi en la misma Nochebuena, ahora se aprovechan las rebajas de estos días. En plural, porque el Black Friday ni siquiera es un viernes, sino también un jueves, un sábado, un lunes... hay tiendas que dejan el cartel un mes entero. 

En el principio fue la tecnología. El Black Friday llegó a España tarde, hace poco más de una década, de la mano de una franquicia que vende cosas que se enchufan. Hoy son cosas que se conectan a Internet, o Internet de las cosas, las que abundan en las tiendas, sobre todo online. Son inventos necesarios para el progreso, como un reloj que te saca de la siesta porque llevas demasiado tiempo en decúbito supino o un cepillo de dientes más inteligente que tú. Es un cepillo "smart". El Black Friday hace que la Humanidad avance.  

Así son los descuentos suelen moverse entre un 15 y un 50 por ciento. En Córdoba, una conocida cadena promociona incluso un "Black Friday Total". No se sabe si eso significa una rebaja en todos sus productos -lo cual no puede ser- o un descuento completo -lo cual puede ser menos-.

Además de las franquicias, el Black Friday llega a tiendas de ropa, zapaterías, perfumerías, papelerías, joyerías, gimnasios, peluquerías, lencerías, tiendas de electrónica, jugueterías... es casi infinito, como un agujero negro donde no existe ni el tiempo ni el espacio. Ha llegado hasta a la política: cómprese una amnistía y le regalan unos trenes. De los buenos, no de los que pasan cuando quieren entre Córdoba y Sevilla. Y te añaden 14.000 millones en vales descuento para el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). Liquidez, liquidación, saldos, rebajas. Pues de eso hablamos.

El centro del agujero negro

El epítome cordobés del Black Friday, o la singularidad del "black hole", es la calle Gondomar, donde el 95 por ciento de los que venden algo tienen el reclamo a la vista. Han caído en el agujero negro desde el señor que vende pacientemente una conexión local a Internet en un tenderete hasta la botica de la esquina. Las medicinas tienen un precio fijo, pero no ocurre lo mismo con los ungüentos cosméticos, bálsamos de Fierabrás pero con un nombre más feo que te hacen ser más guapo, o parecerlo, durante un rato. 

En este centro del comercio cordobés -muy concurrido incluso desde por la mañana de este viernes-, un negocio resiste ahora y siempre al invasor. Encajonado entre concurridas tiendas de moda y baratijas, tiene una entrada lóbrega donde jamás se ha colgado un cartel de Black Friday. Es la Agencia Tributaria de la Junta de Andalucía, donde uno no puede esperar que le descuenten nada. O sí, porque Juanma Moreno no pierde ocasión de vender rebajas en los impuestos, aunque sea a unos más que a otros. Lo mismo es que se les ha olvidado colgar el anuncio en la puerta, que ya saben cómo funciona esto de la Administración pública. Será cuestión de entrar a preguntar.

La resistencia a la gravedad

Hay pocos objetos que resistan la atracción gravitatoria del Black Friday, pero los hay. Por citar algunos: las loterías, el tabaco, los abogados, los jeringos de Mari Paz, las cañas del Correo o lo que sea que se anuncia en la puerta del sex shop de La Victoria. Que, por cierto, también vende lotería, por si te toca allí.

Está además el caso singular de los libros, artefactos obsoletos que, dicen los entendidos, te hacen mejor persona cuando los usas. Hace tiempo que los gobiernos de este país -y de otros, para ser honestos-, en su infinita sabiduría, decidieron que si los libros siempre tienen el mismo precio se venderán más, y así seremos todos más felices. No parece que el experimento haya funcionado. Pero como hay que fomentar la libre competencia, se permite a los libreros aplicar hasta un 5% de descuento. Así que uno ve Guerra y Paz por 15 euros con un 5% de rebaja y al lado una televisión de dos salarios mínimos con un 50% y claro, es lógico que piense que el plasma es 10 veces más barato. Y se lleva la tele a casa para seguir progresando. Es lo que tiene caer en un agujero negro. Ahí dentro puede pasar cualquier cosa.

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